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Actualizado: 14 de julio de 2025
Reniego de mi estúpido engreimiento, de mi afán de lucir, de mi deseo liviano de ser admirada; pero no basta todo ello para explicar esta desventura. Soy víctima de una trama infernal; de una serie de coincidencias fatales. ¿Quién sabe, Dios mío? ¿Quién sabe? Pero es muy duro, es tremendo, es cruel el castigo que cae sobre mi cabeza. ¿Por qué no me mató? ¿Por qué tuvo compasión de mí?
La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a don Quijote encima de un hombro, por encima de la rodela, que, a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura.
Y como si presintiese lo que pensaba su mujer y quisiera apaciguarla de antemano, lanzaba a la obesa señora una mirada de ternura, como un hombre honrado y de costumbres intachables recordando su tranquila luna de miel. Doña Manuela estaba admirada. Decididamente, la tal Clarita había cambiado a aquel hombre. Era un tuno.
Adoptó el oficinista una expresión suplicante para seguir hablando. ¿Qué podía importarles á los dos lo que murmurase la gente?... Además, en Europa no los conocía nadie. Vivirían en París, la ciudad maravillosa tantas veces admirada por él en las novelas y que nunca habría visto de no ocurrir la muerte de Pirovani.
Currita estaba admirada... Mentira parecía que aquellas buenas gentes, tan grandes señores, por otra parte, tan famosos en la historia muchos de ellos, se repartiesen entre sí, como joyas preciosas, el burdo sayal de un pobre fraile. ¡Lo que varían los tiempos!... La buena de doña Catalina se había gastado un dineral en fabricar una joya para su pedacito de cogulla, sin sospechar siquiera que había de ahorrarle a ella el gastarlo en...
Nada había variado: las arboledas, más copadas, conservaban la misma disposición, el mismo aspecto; el caserío de la hacienda próxima volvía ante mis ojos igual, idéntico, como una estampa admirada en la niñez, y que el mejor día, cuando menos lo esperamos, viene a recordarnos épocas dichosas.
Admirada la niña, acercóse lentamente; entonces Beatriz la tomó en brazos, la puso de pie sobre el banco y la abrazó contra su pecho cubriéndola de besos.
En uno decía: «Pedazo de la cogulla del venerable siervo de Dios fray Alonso de Luján, muerto en olor de santidad en su convento de Talavera de la Reina, a los 23 de enero de 1590». Y a renglón seguido, con la candorosa arrogancia de los magnates de aquella época, firmaba sencillamente: Doña Catalina. ¡Ya! exclamó Currita muy admirada . ¡Con que esto era de aquel!...
Cuando revelé a la señora de Maubán las ofertas que me había hecho Ruperto, no se mostró admirada; ella misma había aconsejado a Miguel que desconfiase de Ruperto, aun en los momentos en que me escribía rogándome que la rescatase del poder de ambos.
La Tiplona había vencido, y había vuelto a la ciudad en varias temporadas, y por último se había casado con un coronel retirado, dueño de aquella casa de la plaza del teatro, el coronel Cerecedo; y allí había vivido años y años dando conciertos caseros y admirada y querida del pueblo filarmónico, agradecido y enamorado de los encantos, cada vez más ostentosos, de la ex tiple.
Palabra del Dia
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