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Nadie. Esta teoría ha dado un empuje extraordinario á las velas con que marcha nuestro siglo: atrevida ó no, ella nos ha llevado adonde nunca hubiéramos estado. Nos hemos puesto en demanda, preguntando á todas las cosas, ya de historia ó de historia natural: «¿Quién eres? Soy la vidaLa muerte ha ido de vencida bajo la mirada de las ciencias: el espíritu siempre adelanta y hácela retroceder.

Y dio dos pasos hacia la puerta. Escúchame un instante insistió él deteniéndola . Sólo un instante. Tengo fortuna sobrada; mi viaje, según cree todo el mundo, se verificará esta noche. Estamos en un país libre, iremos a otro más libre aún. En los Estados Unidos nadie le pregunta a nadie de dónde viene, ni adónde va, ni quién es, ni qué hace. Nos vamos juntos. La vida juntos ¿oyes? la vida.

Pero, ¿y si Elena no quiere seguir en el convento y vuelve aquí?... Es obcecada y no es posible tenerla siempre encerrada. No, no volverá exclamó alegremente la condesa . Va a entrar a un lugar del que no se sale nunca. Yo no me fiaría dijo malignamente la viuda . El señor de Bergams sabrá adónde está y le proporcionará los medios de salir del convento. ¡Bah!

Acompañado de su fiel asistente y de un primo se trasladó desde Madrid, adonde había venido a defenderse, a Lancia, donde le esperaba su esposa y su hijo de corta edad. La vida de familia fue un sedante para la terrible llaga abierta en el corazón del soldado. Pero aquel bravo, que tantas veces había desafiado la muerte, no tuvo valor para soportar las miradas y la curiosidad de sus convecinos.

Bajaron primero dos campesinos vascongados y un cura; luego, un hombre rubio, al parecer extranjero, y después saltó una muchacha morena, que ayudó a bajar a una señora gruesa, de pelo blanco. Pero Dios mío, ¿adónde nos llevan? exclamó ésta. Nadie le contestó. ¡Anchusa! ¡Luschía! Desenganchad los caballos gritó el Cura . Ahora, todos a la posada.

Juan hace su confesión; no oculta nada, desde su primer encuentro con Gertrudis hasta el instante en que un estremecimiento de horror lo arrancó de los brazos de Martín para arrojarlo a la noche lluviosa. Lo que ha pasado después termina, puede decirse en dos palabras. Corrí sin saber adónde, hasta que el agua y el frío me volvieron a la realidad.

Luego se puso en movimiento todo junto, aunque cambiando de forma como masa de agua que se acomoda al cauce que la guía, en dirección a la Costanilla, camino de Peleches y a la vez de la Glorieta, adonde se dirigían todos los elegantes de Villavieja entonces, por imperio de la moda.

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