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Una tarde de primavera, mi tío, que ya había comenzado a sentir el peso profundo de la tristeza, me invitó a que lo acompañara en carruaje hasta Belgrano. Mi aceptación llenó de gusto al pobre viejo.

El gigante, al salir del palacio ruinoso para correr la selva, había creído prudente llevar con él á su traductor. Así me acompañará alguien de la Comisión encargada de velar por mi seguridad.

Me era insoportable ver aquella ridícula furia ejecutar sus hipócritas farsas sobre la tumba del hombre débil, pero bueno y leal, cuya vida había emponzoñado y muy indudablemente acortado. Más tarde, la señora de Laroque me propuso la acompañara á la alquería de Langoat, que está situada cinco ó seis leguas más lejos, en dirección á la costa. Tenía la intención de ir á comer allí con su hija.

En octubre de 1615 trasladóse la corte a Burgos, donde se celebraron, por poder, los matrimonios de la infanta doña Ana de Austria, hija de Felipe III, con Luis XIII de Francia, y el de Isabel de Borbón, hermana del Rey de Francia, con el Príncipe de Asturias. El Duque de Lerma fué enviado por el Rey para que acompañara a doña Ana hasta el Bidasoa y trajese desde allí a doña Isabel.

La incorrección del lenguaje del marqués, el balbuciente acento con que acompañara sus palabras, lo descompuesto de su gesto y modales, no escaparon a las jóvenes amigas, que convinieron dolorosamente para sus adentros en cómo eran una verdad los hábitos de intemperancia que se le atribuían a aquél.

El camino hasta mi casa no deja de ser largo y escabroso, y ya ha cerrado la noche, eso es; ordinariamente, no me las arreglo bien con las tinieblas; pero en el estado ¡caray! en que me encuentro ahora... a la verdad, fío poco de mis fuerzas; y una caída a mis años... ¡caray! ¿Tendría usted inconveniente en que me acompañara un ratito, por lo más obscuro nada más, eso es, su criado Ramón?

Voy á esperarla á Venecia, y atravesarémos la Francia para ir á Italia: ¿me acompañará vm.? Con mil amores, respondió Martin; dicen que Venecia solo para los nobles Venecianos es buena, puesto que hacen mucho agasajo á los extrangeros que llevan mucho dinero: yo no le tengo, pero vm. , y le seguiré adonde quiera que fuere.

A Peleches... ¡Y quería que yo le acompañara!... Como ha querido hoy que subiera a decirles que todavía continuaba él sin poder salir de la botica... Y bien querido. Pero ¿por qué se resiste usted tanto a complacer a su padre en un asunto tan hacedero y llano y hasta gustoso?

El señor de Tragomer nos acompañará, pues á Marenval le creo muy deseoso de volver á París. Véngase usted, Tragomer, decían los cow-boys; iremos hasta las altas mesetas á tirar á los bisontes.

Mirad, Señor, que los neófitos tendrán horror á los trabajos y fatigas de la Misión, si perseguidos de los infieles bárbaros y afligidos de las enfermedades, no acudís presto á socorrerlos y librarlos. ¿Quién me acompañará en estos desiertos para abrirme camino y servirme de intérprete para declarar vuestra ley?