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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Durante el resto de la velada se aburrió como nunca. Al día siguiente fue a casa de las Aliaga. La acogieron con una alegría más abierta y cariñosa que la vez anterior y se manifestaron sorprendidas de que no hubiese vuelto antes.
El sol quema en esos parajes y el manzanillo incita con su sombra voluptuosa, cargada de perfumes. Los jóvenes yanquis se acogieron a ella, unos por ignorancia de sus efectos funestos, otros porque, en su calidad de hombres positivos, creían puramente legendaria la reputación del árbol. No sólo durmieron a su sombra, sino que aspiraron sus flores y comieron sus frutos prematuros.
Los oficiales que advirtieron la taciturna tristeza de su camarada, le sacaron del éxtasis en que se encontraba sumergido, y presentándole una copa, exclamaron en coro: ¡Vamos, brindad vos, que sois el único que no lo ha hecho en toda la noche! Los militares acogieron el brindis con una salva de aplausos, y el capitán, balanceándose, dió algunos pasos hacia el sepulcro.
Partióse, finalmente, echando mil bendiciones á aquel pueblo, tan deseoso de recibir la santa fe, trayéndose en su compañía aquellos Zamucos enviados de su cacique; y reconocido el país de los Cucarates, pasó á San Juan Bautista, donde los neófitos recibieron y acogieron á los dos cathecúmenos con extraordinario afecto, tratándolos con aquellas cortesías que el celo del bien de sus almas y el amor á Dios dictan á los que son nuevos en la santa fe.
¿Pero el conde no te trae muchos juguetes? ¿no te lleva en coche a la Granja? ¿no te ha comprado el trajecito de charra? Sí... pero no es mi padrino. Los del grupo acogieron con risa esta respuesta. Comprendían que la niña mentía. Don Pedro no era hombre para inspirar afecto muy vivo a nadie. Pues yo creo que el conde también es tu pa...drino.
Montados en su máquina, que permanecía inmóvil encima de los ojos de Gillespie, á unos tres metros de altura, estos aviadores acogieron con un regocijo pueril el gesto de asombro que puso el gigante al sentir el tirón que aprisionaba é inmovilizaba su brazo. Pero luego adivinaron en el prisionero una expresión de dolor.
Quizá, en lugar de aquellas dos mujeres tan sencillas y familiares, que se divirtieron tanto en la comida improvisada, y que desde el primer momento lo acogieron con suma gracia y confianza; quizá encontraría dos lindas muñecas de salón, elegantes, frías y correctas en sus maneras. ¿Se borraría su primera impresión, desaparecería?
Tornó á brotar la llama con más fuerza y esta vez se detuvo algún tiempo en el hocico del zorro, que lanzó un chillido áspero, ridículo. El Canelo comenzó á ladrar furiosamente y fué necesario que su amo le diese un par de puntapiés para hacerle callar. Los espectadores acogieron con algazara el chillido del animal. El conde no hizo más que sonreir.
Cuarenta argollas está labrando el lascivo Murat para conduciros al Norte como a los animales más inmundos... ¡Soldados, gemid de rabia y furor!... Doce millones de hombres os están mirando y envidiando vuestra gloria, y aun la Francia misma ansia por vuestros triunfos.» Ruidosos aplausos y gritos acogieron esta proclama, fielmente recitada con dramáticos gestos por el muchacho.
Ratón Pérez presentó el rey Buby á su familia como un touriste extranjero que visitaba la corte, y las ratonas le acogieron con esa elegante aisance de las damas acostumbradas á mucho trato.
Palabra del Dia
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