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Actualizado: 9 de julio de 2025


Tal vez esta riada era la definitiva. ¿Quién sabe si serían ellos los destinados a perecer con las últimas ruinas de la ciudad?... Las mujeres gritaban asustadas al ver las míseras callejuelas convertidas en acequias. ¡El pare San Bernat!... ¡Que traguen al pare San Bernat! Los hombres se miraban con inquietud. Nadie podía arreglar aquello como el glorioso patrón.

En esta casa quería vivir y morir, sin deseos de ver más tierras, con la repentina inmovilidad que acomete á los vagabundos de las olas y les hace fijarse sobre un escollo de la costa, lo mismo que un molusco á una cabellera de algas. Pronto se cansaba el Tritón de sus paseos al puerto. El mar de Valencia no era un mar para él. Lo enturbiaban las aguas del río y de las acequias de riego.

Me voy acababa por decir al notario y su esposa . No comprendo cómo podéis vivir aquí. En una da esas retiradas á la Marina se empeñó en llevarse á Ulises. Empezaba el estío, el muchacho estaba libre del colegio por tres meses, y el notario, que no podía alejarse de la ciudad, veraneaba con su familia en la playa del Cabañal, cortada por acequias malolientes, junto á un mar despreciable.

Un sol africano lanzaba torrentes de oro sobre la tierra, resquebrajándola con sus ardorosas caricias. Sus flechas de oro deslizábanse entre el follaje, toldo de verdura bajo el cual cobijaba la vega sus rumorosas acequias y sus húmedos surcos, como temerosa del calor que hacía germinar la vida por todas partes. Los árboles mostraban sus ramas cargadas de frutos.

El estanque ó lago llena la gruta y se dilata buen espacio fuera de ella, reflejando el cielo en su cristal. Á derecha y á izquierda hay dos acequias, por donde el agua corre, dividiéndose después en infinitos arroyuelos, y yendo á regar las mil y quinientas huertas que hacen del término de aquella pequeña ciudad un verde y florido paraíso.

Era el desfile una continua exposición de cuestiones intrincadas, que los jueces legos resolvían con pasmosa facilidad. Los guardas de las acequias y los «atandadores» encargados de establecer el turno en el riego formulaban sus denuncias, y comparecían los querellados á defenderse con razones.

Brillaban las acequias, reflejando el dulce sol de la tarde, y por el espacio pasaba la tibia respiración de la primavera impregnada de perfumes y rumores. Bolsón iba contento. Cien veces le habían prometido el indulto, pero ahora era de veras. Su admirador y escudero le oía silencioso. Vieron en el camino una pareja de la Guardia civil, y Bolsón la saludó amigablemente.

Descubriéronse las siete «acequias», quedando con las manos sobre las rodillas y la vista en el suelo, y el más viejo pronunció la frase de costumbre: S'òbri el tribunal . Se abre el tribunal. Silencio absoluto. Toda la muchedumbre, guardando un recogimiento religioso, estaba allí, en plena plaza, como en un templo.

A la izquierda, hacia el lado del mar, se extendía una gran huerta, ostentando bajo las ventanas de las celdas, su fresco verdor, sus árboles, sus flores, el murmullo de sus acequias, el canto de los pájaros y la esquila del buey que tiraba de la noria.

Acompañábales el maestro hasta la plazoleta del molino, que era una estrella de caminos y sendas, y allí deshacíase la formación en pequeños grupos, alejándose hacia distintos puntos de la vega. ¡Ojo, señores míos, que yo les vigilo! gritaba don Joaquín como última advertencia . Cuidado con robar fruta, hacer pedreas ó saltar acequias.

Palabra del Dia

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