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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Para castigar á los directores de una asonada revolucionaria perjudicial para los grandes intereses de la comunidad todos los medios son igualmente aceptables, y tanto da uno como otro; desde el consejo de guerra sumarísimo hasta la convencional y elástica "ley de fuga".

Sin embargo, aunque cubierta por mi tutela de un barniz de respetabilidad, ciertas familias... timoratas... tendrían ciertos escrúpulos. Pero, en suma, no le faltarán pretendientes aceptables y más de un noble arruinado, aficionado a la buena vida, querrá dorar su blasón gracias a la generosidad asegurada de su suegro.

Antes se reunían quince o veinte pesetas, se iba a una tienda y adquiríase en el acto un par de zapatos bastante aceptables. Ahora, para realizar la misma empresa, se necesitan sesenta pesetas, por lo menos. No es que el coste del calzado haya aumentado, aunque tal crean los profanos en cuestiones económicas. No. Es que la peseta ha perdido su capacidad adquisitiva.

El invierno había sido duro, las patatas pocas y malas, el macho estaba enfermo, los muchachos descalzos, un pedrisco lo había arrasado iodo; y tras estos preámbulos entraban en materia con la petición de veinte duros para pasar el mal tiempo, de una pieza de sarga para vestir a la familia, y otras demandas menos aceptables.

Ojeda sonrió tristemente. ¡Partir juntos!... Una felicidad que había pensado muchas veces; pero él ignoraba cuál iba a ser su vida allá. Seguramente de penalidades y miserias sin cuento. ¡Y ella, criatura de lujo, acostumbrada a las comodidades del dinero, quería seguirle en su incierta aventura!... No; estas resoluciones extremas únicamente son aceptables en el teatro.

Únicamente en las novelas resultan aceptables estas situaciones. La duda ensombrecía de pronto su resolución. Yo creo continuó que me ha reconocido desde el primer momento... Calla y finge ignorancia porque me desprecia... porque jamás llegará á perdonarme. ¡He sido tan mala!... ¡Le he hecho tanto daño!...

Nuestras costumbres de independencia femenil eran perfectamente aceptables hace cincuenta años; pero, créame, la vida europea que conquista terreno diariamente entre nosotros, los espectáculos teatrales que enseñan más de lo que se cree, las novelas francesas, leídas hoy con avidez, las gacetas de los tribunales, las revistas de policía con sus ilustraciones iconográficas, han abierto nuevos rumbos en el espíritu de las mujeres americanas.

Todos estaban acostumbrados a oírle hablar con infantil sencillez de aquella buena anciana, que no tenía una palabra de reproche para sus audacias y encontraba aceptables sus prodigalidades de filántropo, que le hacían volver a casa medio desnudo si encontraba un compañero falto de ropa.

Quería casarse o morir; casarse para demostrar la pureza de su honor. Pero los pretendientes aceptables no parecían. La de Valcárcel seguía enamorada, con la imaginación, de su escribiente de los quince años; pero no procuró averiguar su paradero, ni aunque hubiese venido le hubiera entregado su mano, porque esto sería dar la razón a la maledicencia. Quería antes otro marido.

Y tercero, desagraviado Dios de sus ofensas, cometidas atrozmente contra la Magestad de su Ser Trino: contra la inefable caridad de su hijo, hecho hombre y contra la suprema autoridad de su Palabra Evangélica, con tres sacrificios aceptables; con el de justicia, que le desagravia: placavit & cessavit quassatio Psal. 105. 30.

Palabra del Dia

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