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Actualizado: 23 de junio de 2025
Pero seamos indiscretos y contemos lo que vimos, ocultos en la estancia inmediata y sin ser vistos por ellas. Inés, en quien primeramente se fijaron mis ojos desde la puerta, estaba en la reja, como en acecho, mirando ora a la calle, ora adentro, sin duda para dar la voz de alarma en cuanto el pomposo perfil y los pomposos y temidos espejuelos de doña María volviesen la esquina de la calle Ancha.
Allí se arrodilló, se echó sobre el vientre, para espiar por entre las cañas como un beduíno al acecho, y pasados algunos minutos volvió á correr, perdiéndose en aquel dédalo de sendas, cada una de las cuales conducía á una barraca, á un campo donde se encorvaban los hombres haciendo brillar en el aire su azadón como un relámpago de acero.
Llegaron días en que don Alonso Blázquez Serrano creyó sentir el acecho de las peores especies demoníacas descritas por los teólogos. Su ánima brioso y brillante se hundió, sin remedio, en las más obscuras regiones de la melancolía. Un pavor enfermizo le agitaba continuamente.
El tal Dawson había usurpado en la casa la posición de Ford, y este último, lleno de resentimiento, estaba en constante acecho de sus actos y movimientos y dominado de los mayores recelos, como todos lo estábamos.
Entonces Quevedo vió frente á él una ventana, y por algunos agujeros de ésta el reflejo de una luz en el interior. Quevedo acercó su semblante y pegó sus antiparras á uno de aquellos agujeros, y el bufón á su lado, se puso asimismo en acecho. En aquel mismo punto dió el reloj del alcázar las tres de la mañana. Un hombre se paseaba en una habitación muy pequeña y harto humildemente alhajada.
Juanito, a las tres de la tarde, había ido a ponerse en acecho cerca de la casa de Tónica, esperando que ésta saliese con Micaela para ver los altares. Una vecina le avisó que ya habían salido, y el joven lanzóse en su persecución, corriendo de uno a otro altar, sin conseguir encontrarlas.
Y se te deja seco... Y yo me quedaría tan fresco si te pudiera dar lo que mereces... pero tan fresco y tan satisfecho como se queda todo el que ha hecho un bien muy grande, pero muy grande...». Al llegar a la calle del Ave María, Rubín se pasó a la acera de los impares y se puso en acecho en la esquina de la calle de San Simón, en la sombra.
Temblaban de miedo al entrar en ciertas gargantas en cuya oscuridad brillaba el fogonazo y silbaba la bala, al no obedecer ellos al ¡boca abajo! de los guardias emboscados. Algunos compañeros habían muerto en estos malos pasos. Además, los enemigos se vengaban de las largas esperas al acecho y de la inquietud que les inspiraban los caballistas, dando tremendas palizas a los de a pie.
Y quitándose los zapatos, se acercó silenciosamente al tapiz y se puso en acecho. Don Juan se asombró al ver el lugar donde le esperaba Dorotea. Porque aquel salón, dispuesto como se encontraba, era completamente bello y fuertemente voluptuoso. Dorotea estaba indolentemente reclinada en un sillón junto á la copa, en la que arrojaba de tiempo en tiempo algunos granos de perfume.
¿Qué he de perder yo, so peal? contestó Juanita dándole un bufido, porque allí no había la menor razón para que ella refrenase su cólera. Bajó las escaleras, y antes de salir a la calle se encontró en el zaguán con don Andrés, que estaba aguardándola en acecho y que intentó retenerla asiendo su cintura.
Palabra del Dia
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