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Ni la pintura de almas ni una existencia accidentada llena de amoríos costosos y duelos complicados proporcionaron al joven Desnoyers su renombre. La gloria le tomó por los pies. Un nuevo placer había venido del otro lado de los mares, para felicidad de los humanos.

La accidentada línea que formaba la costa presentaba ya una playa de dorada arena que las mansas olas salpicaban de plateada espuma, ya rocas caprichosas y altivas, que parecían complacerse en arrostrar el terrible elemento, a cuyos embates resisten, como la firmeza al furor.

Y en la accidentada historia de lo poco que he vivido, evocaré enternecido los gentiles surtidores que, blandos y arrulladores cual la brisa del desierto, me hacían soñar despierto con mi recuerdo querido. Es tu voz cuando cantas dulce fuente, arroyo fresco que en la selva umbría el himno de cristal de su corriente va entonando en suave melodía.

Pero de cintura arriba mostrábase el señorío, «la dignidad del sacerdote de la instrucción», como él afirmaba; lo que le distinguía de toda la gente de las barracas, gusarapos pegados al surco: una corbata de colores chillones sobre la sucia pechera, bigote cano y cerdoso partiendo su rostro mofletudo y arrebolado, y una gorra azul con visera de hule, recuerdo de uno de los muchos empleos que había desempeñado en su accidentada vida.

Sentía la certeza del triunfo, la corazonada de las tardes gloriosas. La corrida fue accidentada desde su principio. El primer toro «salió pegando» con gran acometividad para las gentes de a caballo. En un instante echó al suelo a los tres picadores que le esperaban lanza en ristre, y de los jacos dos quedaron moribundos, arrojando por el perforado pecho chorros de sangre obscura.

La loca, la aventurera de accidentada historia, entrada en el placer por el empujón de la violencia, sentía por primera vez rubor en los brazos de un hombre; experimentaba la alarma de la virgen al contacto del macho, la misma agitación que impulsa a la doncella a entregarse entre estremecimientos de miedo a lo desconocido.

De su accidentada historia de marino, Febrer desechaba el relato de hambres y borrascas, y sólo sentía curiosidad por los amoríos en los grandes puertos internacionales, donde se amontonan los vicios exóticos y las hembras de todas las razas.

Hablaba siempre del corazón, llevándose la mano, que era un prodigio, al palpitante seno, que era toda una obra de fábrica del nácar más puro. Atribuía al subsuelo de aquella accidentada naturaleza los verdaderos tesoros de su persona; pero los inteligentes, Nepomuceno entre ellos, estimaban en más el derecho de superficie.

Sin embargo, temo que esté retratando una parte y no la mejor del carácter de De-Hinchú. Según me refirió, había sido la suya una vida muy dura y accidentada. No conoció la niñez ni tenía noticia de sus padres.

El panorama que desde allí se contempla es muy bello, pues de un lado se registra el valle del Rin en la parte superior, y del otro, hácia abajo, se abarca el interesante conjunto de Coblenza, los dos rios, el gran puente de barcas echado sobre el Rin, que comunica la ciudad con el arrabal ó pequeña villa de Thal-Elhrembreitstein, y el ferrocarril que penetra á Coblenza por la márgen izquierda del gran rio; y todo eso rodeado por una vasta comarca muy accidentada y pintoresca.