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Actualizado: 2 de junio de 2025


Ha sufrido Córdoba en todos tiempos; pero raras, rarísimas veces como en esos tres dias de horror en que estuvo á merced de una soldadesca cuyo corazon estaba endurecido por las sangrientas escenas de cien campos de batalla. ¡Pobre ciudad! ¿cuándo será que concluyan para ella tan amargas desventuras? Idólatra, cristiana, mora, ¿siempre habrá de gemir abrumada por los infortunios?

Claro está, y cómo negarlo, que España está pobre; que materialmente se halla más atrasada que Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania, los Estados Unidos, y tal vez algunos otros países; que es menos poderosa que Rusia; que ha perdido inmensos territorios en el Nuevo Mundo; que ha sido trabajada desde hace casi cien años por incesantes discordias civiles, y que en los momentos solemnes en que vivimos ahora se halla abrumada de grandes calamidades y amenazada de otras acaso mayores. ¿Pero la causa de esto, digámoslo sin rodeos ni disimulos, es que los españoles del día son más inhábiles, menos enérgicos, menos probos y menos entusiastas que los de otras edades para nosotros más dichosas?

Ella, irritada por tan incomprensible acogida, acabó por responder en el mismo tono; pero abrumada al fin por la superioridad numérica de sus adversarias y viendo además que muchos hombres las ayudaban con sus risas y palabrotas, tuvo que retirarse. Al reflexionar luego en la cocina, fué columbrando la verdad.

Feli, despechugada, sudorosa, respirando con dificultad, arrastraba los pies yendo de un lado a otro, abrumada por este calor que era un nuevo tormento. Crujían durante la noche, con chasquidos alarmantes, las maderas de los muebles, las tablas ocupadas por los libros del devoto, sobre cuyos lomos polvorientos movíanse las polillas.

Pero abrumada bajo el peso del castigo que estaba condenada á sufrir, por momentos sentía como si tuviera que gritar con toda la fuerza de sus pulmones y arrojarse desde el tablado al suelo, ó de lo contrario volverse loca.

Voy a preguntarle al dueño de esta casa quién tiene más autoridad aquí, si su anciana y buena madre, o esta aventurera polaca. Y se retiró sin cesar de gritar. Temblando de cólera, comencé a pasearme por el cuarto. Nunca me habría imaginado que esa madre abrumada por el dolor pudiera cambiarse tan brusca y completamente en una arpía.

De la antigua familia que había visto en su niñez no quedaba nadie. Sólo madó Antonia le podía recordar los tiempos pasados. Cuando se vio dueño de la fortuna de los Febrer y en plena libertad, tenía veintitrés años. La tal fortuna estaba roída por las esplendideces de sus ascendientes y abrumada con toda clase de gravámenes.

A lo lejos contestaban á las campanas el silbido de las locomotoras, el chirrido de los cabrestantes de los barcos y los gritos de las cargueras que reñían por preeminencias en el trabajo, al comenzar su vaivén de los buques á tierra, con la cabeza abrumada por los fardos.

Si manda usted a la kermesse una pochade parecida, no habrá regalo que la iguale... La dama anónima sonreía, sonreía siempre, con los ojos bajos, como abrumada por el peso de aquellas lisonjas que hacían vibrar las aletas de su fina nariz con estremecimientos de rabia. Currita quiso darle el golpe de gracia, y con aire de bondadosa protección dijole entonces: ¿Y tiene usted muchas discípulas?...

Algunos minutos después, abrumada quizá por el peso de su gloria y sintiendo generosamente el deseo de compartirla, la pianista preguntó por qué el señor Aldama no leía alguna de sus hermosas poesías que tanto renombre le habían dado. Como se trataba de un hermano de los amos de la casa los demás también lo preguntaron.

Palabra del Dia

lanterna

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