Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 28 de junio de 2025
Después, su propia impaciencia... los celos hicieron lo demás. Debe ser una niña nerviosa... Enamorada le interrumpió la Condesa. ¡Pobre criatura, da lástima!... Pero lo hecho no basta. Cuando pase más tiempo... Ni su padre, ni ninguno de los que la rodean, conoce la causa de su abatimiento: creen que está enferma. Hay que apurar más las cosas, no despreciar los momentos, influir en su ánimo.
Sin embargo, no pudo sustraerse, por más que hizo, a un dolor vivo y agudo y a un abatimiento que postró todas sus fuerzas. No es lo mismo la persuasión más o menos fundada de que la mujer querida no le corresponde a uno, que verlo confirmado por un hecho material y tangible.
Tres veces sonó la campana mientras él estaba allí, inmovilizado por el abatimiento, y otras tantas contestó desde lo alto del trinquete el baladro del serviola anunciando que las luces de posición seguían encendidas. Un oficial paseaba por el puente con la espalda algo encorvada y las manos en los bolsillos, deteniéndose a cada vuelta para sondear con sus ojos la obscuridad.
La irritabilidad, el estado nervioso, el eretismo, que caracterizan la accion de la manzanilla, la hacen propia naturalmente en las fiebres con síntomas versátiles, tales como ansiedad, frio, calor intenso, escitacion sensorial, abatimiento, etc.
En el camino del progreso, por donde van las naciones de Europa guiando y mandando al resto del linaje humano, y esto desde hace veinticinco o treinta siglos, España se ha quedado últimamente muy atrás, y de aquí el aislamiento desdeñoso en que nos dejan los que van delante, nuestra desconfianza y el abatimiento tan propio en quien de sí mismo desconfía.
Tan pronto, acometido de cólera furiosa, proyectaba arrojar á su amigo de la tienda á puntapiés y pescozones, como, presa de profundo abatimiento, quedaba paralizado y devoraba su afrenta en silencio; comía poco, no bromeaba jamás y, contra su costumbre, bebía bastante vino. Al fin rompió la cuerda, como era de presumir.
Por mucho que me parecieran disparatadas las razones de mi amigo, todavía lo vi tan cordialmente afligido y con abatimiento tal, que tuve a mejor partido el consolarle con otros discursos no de más compás que los suyos, y procuré que durmiendo recogiese con el sosiego algún poco de más de seso.
Pero luego caía yo en un abatimiento tal y tan grande, que no acertaba a guiar la caballería. «¿Por qué se mueren las gentes? ¡Dios mío! ¿por qué? repetía yo. ¿Por qué quieres llevarte a la pobre anciana?» ¡Necio de mí que no acerté a pensar que la muerte estaba tan cerca!
A los arrebatos del encono sucedía el abatimiento del desengaño, ignorando al mismo tiempo si amaba aún á aquella infeliz ó si la despreciaba. Pasaron las horas; la noche avanzó, y él continuaba en la agitación. No pensaba acostarse, ni sentía sueño, ni necesidad de reposo; antes al contrario, los impulsos de su naturaleza eran hacia la zozobra, la inquietud, el movimiento.
Aquella animación de su cuñado era tan extemporánea, que más parecía un ataque de nervios. Sobre todo, la extraña sonrisa, parecida a una mueca, que no se le caía de los labios desde que leyera la gacetilla del Joven Sarriense, la hacía estremecerse en algunos momentos. Y llegó lo que era natural. Tras de aquella insana excitación, vino, al cabo de algunos días, un profundo y sombrío abatimiento.
Palabra del Dia
Otros Mirando