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Actualizado: 27 de octubre de 2025


Las exclamaciones de sorpresa y censura que se oyeron en ambos bancos indicaron que los miembros de la comunidad apreciaban la gravedad del último cargo; pero el abad impuso silencio, levantando su huesuda mano. Continuad, dijo al lector.

Deseo que el acto de hoy, que me impone un deber durísimo, se verifique con el menor escándalo posible; y sin embargo, es fuerza dar al culpable una lección pública, para ejemplo de los restantes. Dijo el abad estas palabras en latín, lengua en que de ordinario hablaba á los religiosos á quienes por sus años ó por razón de su cargo ó de sus méritos, juzgaba dignos de especial deferencia.

Ponga el chocolate ahí dijo a Sabel. Mientras la moza ejecutaba esta orden, Julián alzaba los ojos al techo y los bajaba al piso, y tosía, tratando de buscar una fórmula, un modo discreto de explicarse. ¿Hace mucho que no duerme en este cuarto el señor abad? Poco.... Hará dos semanas que bajó a la parroquia. Ah.... Por eso.... Esto está algo... sucio, ¿no le parece?

Pero la experiencia era nueva para Roger, y el contacto de la villana le produjo una impresión para él desconocida hasta entonces. Pensando iba en ello al dejar la casuca y recordó las palabras del abad, acabando por preguntarse qué hubiera dicho y sentido éste en caso parecido al suyo. Pero llegado de nuevo al camino vió Roger un cuadro que le hizo olvidar todo lo restante.

El Arcipreste, a quien en Santiago conocían por el apodo de Sobres de Envelopes, a causa de una candorosa pregunta en mal hora formulada en una tienda, había sido en otro tiempo, cuando simple abad de Anles, el mejor instrumento electoral conocido.

Señor, yo.... Aunque no sirvo mucho para estas cosas, quise informarme para no caer de inocente.... He preguntado por ahí y todo el mundo está conforme en que andan para casarse; hasta don Eugenio, el abad de Naya, me dijo que el muchacho había pedido sus papeles. Quedóse don Pedro callado, y al fin prorrumpió: Es usted un santo. Ya podían venirme a con ésas.

Retrato de la Infanta doña Margarita, núm. 1.084. Visita de San Antonio Abad a San Pablo, número 1.057. De propiedad particular. El Vendimiador. San Pedro. Retrato de Don Diego de Corral. La Virgen entregando una casulla a San Ildefonso. Cristo y los peregrinos de Emaus. Retrato de Velázquez. La Túnica de José. Galería nacional de Londres. Cristo en casa de Marta.

Sería bueno barrer... y pasar también la escoba por entre las vigas. Sabel se encogió de hombros. El señor abad no me mandó nunca que le barriese el cuarto. Pues, francamente, la limpieza es una cosa que a todo el mundo gusta. , señor, ya se sabe.... No pase cuidado, que yo lo arreglaré muy arregladito.

En veinticuatro horas han dicho adiós á sus vetustos paredones dos de los tres hombres que había en todo el convento. Porque hace tiempo que te conozco, Roger amigo, y á pesar de tu carita de muñeca llegaras á ser todo un hombre. El otro á quien me refiero es el buen abad.

aquí las cartas del abad de Berguén. No necesito pedir limosna, dijo el joven algo ofendido. Tanto mejor para vos. ¿Sabéis quién soy? No, señor. Yo soy la ley, soy el corregidor del condado y represento la justicia de nuestro bondadoso soberano, Eduardo III. Á tiempo llegáis, señor, dijo Roger inclinándose ante el personaje.

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