United States or Panama ? Vote for the TOP Country of the Week !


«Seamos fuertes se decía entonces, si no te costase esto un sacrificio, ¿dónde estaría el mérito del acto que vas a cumplirArrojaba de con energía esas añoranzas y luchaba valientemente con esos enternecimientos retrospectivos.

El deseo de escapar no alcanzaba muy lejos. También yo había leído en los Tristes dísticos que recitaba en voz baja, pensando en Villanueva, la única tierra que yo conocía y que me había dejado añoranzas que escocían. Estaba atormentado, agitado, más aún, desmoralizado hasta en las horas de pleno trabajo, porque ya no lo contaba para nada en mi vida.

Existen ahora tres seres a quienes me debo y que me obligan por deberes bien definidos, por responsabilidades muy graves, pero que no me pesan, por vínculos libres de errores y de añoranzas. La misión es sencilla y me bastaré para cumplirla.

Sólo recuerdo que después de haber discutido sobre vendimia, cosechas, caza y otros asuntos de campo, el nombre de París surgió de pronto como inevitable antítesis de todas las simplicidades y todas las rusticidades de la vida. ¡Ah, eran aquéllos los buenos tiempos! dijo el doctor, en quien el nombre de París despertaba siempre cierto sobresalto. ¡Todavía añoranzas! replicó el señor Domingo.

Estos auxilios a que aludo los conocen los hortelanos: consisten en plantar entre ellas, «para ayudarlas», otras plantas alegres y animosas que les quiten las tristes añoranzas; por ejemplo: las orucas, que confortan y animan a la manzanilla; el orégano, la mejorana, la toronjina y otras tales.

Cuando siente Delaberge tales añoranzas pregúntase si no ha despreciado estúpidamente el todo por la nada, y entonces llena su mente y le obsesiona la idea del matrimonio. Se mira al espejo, se dice que es joven todavía y murmura como Juan de Lafontaine: «¿Ha pasado ya para el tiempo del amorPero ni aun durante estas crisis de tristeza le abandona del todo su habitual egoísmo.

Hace un momento ha llegado un viejo que tiene un bigotito blanco en forma de cepillo, que viste un pantalón a cuadritos negros y blancos, y se apoya en un bastón de color de avellana. Este viejo oye en silencio estas añoranzas del tiempo luengo, y dice después, dando golpes con el bastón, poniéndose los lentes con un gesto rápido: Yo les puedo asegurar a ustedes que en lo que toca a lo que yo he conocido algo, que es el teatro, no hay ahora actores como aquéllos... Será una ilusión mía, muy natural, dado que aquél fue el tiempo de mi juventud...; pero a se me antoja que realmente eran mejores. Sin contar los de primera fila: Romea, Latorre, Matilde Díez, Arjona, Catalina, Valero..., había muchos de segunda, que yo hoy, relativamente, no los encuentro; por ejemplo: Pizarroso, Oltra y Vega, que trabajaba en la compañía de Romea: el mismo hermano de Romea, Florencio, Luján, a quien yo vi debutar el año 1865 en el teatro del Recreo... Y como cantantes de zarzuela, no digamos. ¿Quién no se acuerda de Escriú? ¡Qué bien hacía! ¡Quién es el loco!... Y ahora que hablo de locos me acuerdo del pobre Tirso Obregón, que murió loco en su pueblo, Molina de Aragón. Creo que no he conocido un barítono de más bríos que el pobre Tirso; tenía también una arrogante presencia...

Durante algunos días estos temores pusieron en la vida, siempre melancólica, de aquella mansión, un sello de tristeza y de inquietud profundas. Todas las voces se hicieron quedas y suspirantes alrededor del amo, que, sumido como nunca en sus cavilaciones y añoranzas, cayó en un abatimiento alarmante.

Tiene usted razón afirmó Delaberge animándose; la soledad no es buena para nadie, pero es peor todavía para una mujer joven, para un alma expansiva y encantadora como la suya... No aguarde para hacerlo la edad de las vacilaciones y de las añoranzas...

¡Oh, esas campanas de los pueblos, modestas como los viejos campanarios que las sustentan, de sonido ligero y límpido como la atmósfera de los bosques en que vibra, cristalino y cantante como los riachuelos encima de los cuales se para un momento, inmenso es el encanto que desparraman por los solitarios campos... meciendo con pacíficos ensueños el espíritu de quienes lo escuchan!... Sea joven o viejo, esté triste o alegre, aquel hasta cuyos oídos llega el dulcísimo son se siente conmovido en lo más hondo y le parece elevarse por encima de las miserias terrenales... Despiertan en el corazón no se sabe qué de un gran frescor matinal y cándido: es el acompañamiento amistoso de nuestros ensueños, de nuestros deseos, de nuestras añoranzas... intensificándolas todavía.