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Actualizado: 24 de julio de 2025


No le ofenda la ingenua sencillez de quien le profesa tanto amor como respeto y si quiere creer en la sinceridad de este pobre corazón que ya es suyo por entero, permítame que le manifieste de palabra toda la ternura y veneración que siento por usted. »Por favor, señorita, déjeme ver de cerca a mi ídolo.

Fuerza es decir algo sobre Shakspeare, y esto es lo difícil, lo enojoso para , sobre todo en pocas palabras. Shakspeare es el ídolo literario de Inglaterra.

El cura don Carlos Rodríguez era un clérigo campechano, caritativo y poco exigente en el cobro de los diezmos y demás provechos parroquiales, cualidades apostólicas que lo hacían el ídolo de sus feligreses.

Ahora lo comprendo: como Longino es tan bromista ha querido darnos una broma, porque supongo que no me tomará por Cristo ni pensará en darme la lanzada. Ni lanzada ni broma. Longino te mira con el mayor respeto porque eres el ídolo de su señor, y pretende con toda seriedad, que recibas a su señor en tu santuario.

El pan, la cruel divinidad que obligaba a aceptar esta existencia miserable, rodaba en pedazos por el suelo, o se exhibía en las escarpias, entre los harapos, en enormes teleras de seis libras, como un ídolo al que sólo se podía llegar después de un día de encorvamiento abrumador.

Quería llegar hasta el santuario del único ídolo en que siempre había de creer, porque era el solo a que no podía tocar. Eran más de las diez de la noche, y los duques, que se habían marchado con su hija a la ópera, no volverían probablemente hasta muy tarde.

Después de haber consentido y mimado de todas maneras durante el invierno a su ingrato ídolo, le tomó para el verano una linda quinta entre Meudon y Bellevue, cuya quinta tenía, entre otras ventajas, la de aproximarla a su amiga la señora de Aymaret, quien pasaba el estío de aquel año en Versalles.

El banderillero acogía con mansedumbre las bromas del espada y su apoderado. ¡Dudar de don Joselito!... Este absurdo no llegaba a indignarle. Era como si le tocasen a su otro ídolo, a Gallardo, diciéndole que no sabía matar un toro.

El doctor contemplaba la fuga del ídolo sobre las aguas, y, como atraído por él, lo seguía á lo largo de la ribera.

Al ver a la Tribuna, se echó a reír con opaca risa. Hola, chica... salú y fraternidá. ¿Cómo está tu madre? ¿Y la revolusión, cuándo la hasemos? ¿Cuándo me preclamas a reina de España? Y como Amparo procurase escabullirse, la vieja subió el tono de sus carcajadas, semejantes al chirrido de una polea, y que hacían retemblar su vientre de ídolo chino.

Palabra del Dia

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