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Actualizado: 18 de junio de 2025
§ III. Efectos terapéuticos. Enumerarémos las aplicaciones prácticas evitando ámplios detalles, pero sin que esta concision disminuya en nada su utilidad práctica. Las fiebres propias de la dulcamara son catarrales y reumáticas, es decir, producidas por un enfriamiento.
Y una campana tañe a lo lejos con lentas, solemnes vibraciones. La ciudad está ya en plena vida cotidiana. Se han abierto todas las puertas; los carpinteros trabajan en sus amplios zaguanes alfombrados de virutas; van las mozas con sus cántaros a coger el agua en las fuentes de rojo mármol, donde los caños caen rumorosos.
Una escollera interminable, una muralla más larga que la ciudad, se extendía paralelamente á la costa, y en el espacio entre la orilla y este obstáculo, que obligaba á espumear y rugir á las olas, se extendían los ocho amplios puertos, comunicándose entre sí desde el llamado de la Joliette, que era el de acceso, hasta el lejano de la Estaca.
La tropa de aventureros que le había seguido, prestándole omnímoda confianza, sin saber sino confusamente los peligros que tendría que arrostrar y los obstáculos que tendría que vencer, para el buen éxito de la empresa, cuyo fin apenas presumía, se hallaba acuartelada en dos amplios salones del subterráneo y aguardaba impaciente la hora oportuna para la acción que debía empeñarse cumpliendo las órdenes de sus adalides Morsamor y Tiburcio.
Otros, mestizos ó blancos, vueltos al estado primitivo después de largos años de existencia en el desierto: hombres de perfil aguileño, gran barba y luenga cabellera, tocados con amplios chambergos y llevando un cinturón de cuero adornado con monedas de plata, dentro del cual ocultaban, á medias nada más, el revólver y el cuchillo.
El príncipe repitió su afirmación: La gran sabiduría del hombre es no necesitar á la mujer. Quiso seguir, pero no pudo. Temblaron levemente los amplios ventanales, cortados en su parte baja por el intenso azul del Mediterráneo. Entró en el comedor un estrépito amortiguado que parecía venir de la otra fachada del edificio, frente á los Alpes.
Delante, monsieur Blanc; luego, su Estado Mayor de consejeros, primeros accionistas, inspectores, y la corporación entera de los croupiers, todos vestidos de negro, con amplios chaqués de alpaca de corte fúnebre.
¡Aquélla era, sí, la muy noble y muy leal matrona, con sus rotas murallas; con su centenar de torres y cúpulas, que en línea horizontal se dibujaban en el cielo; con sus amplios edificios de dorada piedra, que reverberaban al sol, y precedida de una verde arboleda, que parecía servirle de zócalo ó de alfombra!
Aguirre le condujo a la casa de don Antonio de Mendoza, canónigo de la Catedral y antiguo arcediano de Guadalajara. Don Antonio, varón de grandes luces sagradas y gentiles, habitaba un antiguo palacio de su familia junto a San Juan de la Penitencia. Sus amplios salones, tapizados de cardenalicio damasco, al uso de Roma, congregaban todos los domingos, a mediodía, numerosa academia.
Seguían pasando en dirección opuesta los trenes militares. En la estación de Burdeos, la muchedumbre civil, pugnando por salir ó por asaltar nuevos vagones, se confundía con las tropas. Sonaban incesantemente las trompetas para reunir á los soldados. Muchos eran hombres de color, tiradores indígenas con amplios calzones grises y un gorro rojo sobre el rostro negro ó bronceado.
Palabra del Dia
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