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Actualizado: 3 de junio de 2025
Para atemorizarlos mandó al Almirante tirar lombardas sin pelota, pero con el ruido se alborotaron más, burlándose del recurso.
La Historia del Almirante Don Christoval Colòn; que compuso en Castellano Don Fernando Colòn, su hijo, y traduxo en Toscano Alfonso de Ulloa, buelta
El Almirante contestó, que se alegraba de mí sinceridad; y creía que así, filipinos y americanos debíamos tratamos como aliados y amigos, exponiendo con claridad todas las dudas para la más fácil inteligencia entre ambas partes, añadiendo que, según tenia manifestado, =Estados Unidos reconocería la Independencia del pueblo filipino,= garantida por la honrada palabra de los Americanos, de mayor eficacia que los documentos que pueden quedar incumplidos, cuando se quiere faltar á ellos, como ocurrió con los pactos suscritos por los Españoles, aconsejándome formara enseguida la =bandera nacional= filipina, ofreciendo en su virtud reconocerla y protegerla ante las demás Naciones, que estaban representadas por las diferentes escuadras que se hallaban en la bahía, si bien dijo, que debíamos conquistar el poder de los españoles, antes de hacer ondear dicha bandera, para que el acto fuera más honroso á la vista de todo el mundo, y sobre todo, de los Estados Unidos, y para que cuando pasaran los buques filipinos con su bandera nacional por delante de las escuadras extranjeras infundieran respeto y estimación.
El Almirante reconoció esta subida en la frescura del aire, cada vez más sensible según se avanzaba al Oeste, aunque las naves siguiesen el mismo grado, y sobre todo en las particularidades que ofrecían tierras y gentes. Así como el descubridor se había ido aproximando a la línea ígnea del Ecuador, el sol quemaba con más fuerza, las tierras estaban más calcinadas y los habitantes eran más negros.
Pero esto era un fondo poco interesante para la figura del héroe, y muchos años después de su muerte, ciertos historiadores ganosos de dar emoción trágica a sus relatos, inventaron lo de la sublevación de las tripulaciones que, asustadas, querían retroceder, y la amenaza al Almirante de echarlo al agua si no descubría tierra en el plazo de tres días.
Alto allá declaró D. Alonso, dando un fuerte puñetazo en la mesa . Si el almirante Córdova hubiera mandado orzar sobre babor a los navíos de la vanguardia, según lo que pedían las más vulgares leyes de la estrategia, la victoria hubiera sido nuestra. Eso lo tengo probado hasta la saciedad, y en el momento del combate hice constar mi opinión. Quede, pues, cada cual en su lugar.
El mismo Almirante contaba a sus amigos cómo en los puertos de la Península había encontrado viejos marineros que navegando hacia Poniente columbraron señales indudables de nuevas tierras. En Puerto de Santa María había hablado con un «marinero tuerto» que, cuarenta años antes, en un viaje a Irlanda, alejado de esta isla por el mal tiempo, vio una gran tierra que imaginaba fuese la Tartaria.
Santa María, Comandante C. F. D. Víctor Concas. Agosto 1892. Las indicaciones del diario de navegación del Almirante de las Indias son tan someras, que no puede por ellas formarse juicio, ni aun aproximado, del número, calidad, forma y disposición de las piezas de artillería montadas en las carabelas. No es dudoso, sin embargo, por esas mismas indicaciones, qué artillería llevaban.
En este vestíbulo, vigilando las pesadas y la entrada y salida de los fardos, solía verse un señor que no era mas que algo como un conserje o portero; pero que, por su aspecto, parecía un personaje. En la casa, medio en serio, medio en broma, le conocían por don Paco. Yo le llamaba el Almirante y también el primer lord del Almirantazgo.
Una sobre todo irreparable contestó el inglés con tanta congoja como la de D. Alonso . Hemos perdido al primero de nuestros marinos, al valiente entre los valientes, al heroico, al divino, al sublime almirante Nelson».
Palabra del Dia
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