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Más vale toparse con el diablo que con uno de estos príncipes de la uña, de los cuales Buenos Aires cuenta más de un ejemplar.

La duquesa, sin embargo, temiendo sin duda que trasladase esta a sus orejas las famosas hipotecas que sobre sus tierras tenía, quiso escurrirse por la sala de lectura, con tan mala suerte, que fue a toparse en el patio mismo con la López Moreno, su hija Lucy, dos doncellas, un criado, diecisiete baúles y número ilimitado de cajas y sombrereras.

Vimos en la posta de las galeras á la que nos había dejado Juan Andrea, y llegando casi cerca della nos salieron al encuentro Guimarán y el Conservador en un barquillo, y nos dijeron que las velas que juzgábamos ser nuestras naves era el armada enemiga, la cual revolvía sobre la nuestra, que iba bien descuidada, á lo que yo puedo juzgar de toparse con ella, pues si esto se pensara, se hubiera abrazado con las naves ó pasado por el Canal de los Querquenes, como dice un piloto maltés de la religión de San Juan, que se llama Tomé, que lo aconsejó; de manera que no reprobando ni loando el consejo que en la mar tuvieron, porque si se fundó en la relación del renegado, el suceso fué vario, con el cual el pueblo siempre tiene cuenta.

Ten cuidado añadían . Machín tiene malas entrañas. Me parecía una amenaza ridícula. Era verdad que, al toparse conmigo, me miraba de través; pero no pasaba de ahí. Machín, apenas estaba en Lúzaro; tenía un magnífico pailebot de recreo bastante grande, muy fino, hecho en Inglaterra, y se marchaba a pasear por el mar. El primer domingo que pasé en Lúzaro fué uno de los días más felices de mi vida.

El empleado se retira con toda cachaza, y va a ocupar su asiento; la señora sale de la oficina con una rapidez de huracán, gesticulando y tartamudeando improperios contra el gobierno y los empleados, y, todavía, al toparse conmigo, me da un encontrón, y como un relámpago alcanza al cabo Pérez que, siguiendo sus paseos coquetos e inofensivos, ignora lo sucedido y le azota con esta frase, cuyo final va a perderse allá en los vericuetos del zaguán que da salida a la escalera, frente al despacho presidencial: ¡Ladrones!... ¡Permita Dios que venga el cólera y acabe con todos! ¡Fariseos!... ¡Asesinos!

Como hombre ilustrado, asistía a la Universidad siempre que se daban en ella conferencias interesantes, a los teatros, a los museos; y en todas partes se exponía a toparse con la muchacha, a quien, seguramente, saldría a acompañar toda una banda de estudiantes de ambos sexos, pues aquellas muchachas rara vez iban solas, y si le veía... Krilov se estremeció de pies a cabeza.