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El médico vino, después de aquella noche. El baile lo quiere Ana para sacudir los espíritus, para expulsar de las almas suspicaces la pena pasada, para que con el roce solitario no se enconen heridas aun abiertas, para que viendo a Lucía tierna y afable, torne de nuevo la seguridad en el alma de Juan alarmado, para que Lucía vea frente a frente a Sol en la hora de un triunfo, y como Ana le hablará antes a Juan, Lucía no tiemble. ¡Ana se va, y ya lo sabe!: ella no quiere el baile para , sino para otros.

Si quieres, amigo, lograr algún resultado en las letras es menester que comiences por fingirte tonto y que lleves el convencimiento a todos de que lo eres. La empresa no es fácil porque los literatos son suspicaces y bien despiertos, y no se les engaña de buenas a primeras. Toda clase de obstáculos se te enredarán en las piernas y no podrás dar un paso.

Todo eso es prodigioso, aun relativamente á los demas países europeos, y hace mucho honor al espíritu práctico y progresista de la Confederacion suiza; ademas, es un ejemplo muy digno de ser imitado, porque contiene una gran demostracion en favor de esa política moderna que tiende á suprimir las fronteras, y busca la fuerza de los pueblos no en el número de sus bayonetas y el poder de sus fortificaciones y precauciones egoistas y suspicaces, sino en la multiplicacion de los cambios, sean de ideas ó de valores económicos.

El mal que es preciso remover es el que nace de un gobierno que tiembla a la presencia de los hombres pensadores e ilustrados, y que para subsistir necesita alejarlos o matarlos, nace de un sistema que, reconcentrando en un solo hombre toda voluntad y toda acción, el bien que él no haga, porque no lo conciba, no lo pueda o no lo quiera, no se sienta nadie dispuesto a hacerlo por temor de atraerse las miradas suspicaces del tirano, o bien porque donde no hay libertad de obrar y pensar, el espíritu público se extingue, y el egoísmo que se reconcentra en nosotros mismos ahoga todo sentimiento de interés por los demás.

Tenía Ferragut el mismo carácter de todos los grandes corredores de aventuras amorosas: liberales y despreocupados en la vivienda ajena; pundonorosos y suspicaces en la propia. Ese viejo carcamal se dijo está enamorado de Cinta. Es una pasión platónica; con él no hay que temer otra cosa; pero me hace todo el daño que puede... Voy á decirle dos palabras.

Como todos los pueblos influídos por el mahometismo, son muy desconfiados y suspicaces, y para el asunto más insignificante se pasan los días de Bichara con el sólo objeto de procurar engañar á todo el que tiene algún trato con ellos; su número será de unos 200.000.