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15 Y la serpiente echó de su boca tras la mujer agua como un río, a fin de hacer que fuese arrebatada del río. 16 Y la tierra ayudó a la mujer; y la tierra abrió su boca, y sorbió el río que había echado el dragón de su boca.

CELIO. Saber de los dos pretendo... LOS DOS. En que os habéis convenido. En los versos siguientes el diálogo se distribuye de la misma manera entre cuatro personas: REY. Hombre, aborto de la espuma, Que esa marítima bestia Sorbió sin duda en el mar Para escupirte en la tierra...

Eso es muy cierto respondió don Eugenio, que rara vez contradecía de frente a sus interlocutores ; a me gusta, como al que más, que la casa de los Pazos de Ulloa represente a Cebre; y si no fuese por cosas que todos sabemos.... El arcipreste, muy grave, sorbió el fusique o cañuto.

Afortunadamente, Felicita se recobró antes de que Apolonio recurriese a este último extremo. Sorbió el agua; pidió los papeles; los restauró al cobijo del seno, no sin antes besarlos, y dijo a Apolonio: Por la memoria de su madre le pido juramento que no dirá nada a nade de esto que ha pasado. ¡Júrelo!

Algunas noches una voz llorosa y sombría cantaba debajo de su ventana, al son de una guzla. El billete atado a una piedra no se hizo esperar. Por fin los garfios de una escala de seda se engancharon a su balcón, y su labio sorbió, sobre Segovia dormida, el deliquio del primer beso nocturno.

No respondió nada la oradora, que diera entonces de buen grado su popularidad, y hasta el advenimiento de la ideal república, por hallarse siete estados debajo de tierra. No obstante, se sorbió estoicamente las lágrimas abrasadoras que asomaban a sus ojos, y, abatida, reconociendo y acatando la autoridad maternal, balbució: Me ha dado palabra de casamiento. ¡Y te lo creíste!

Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba. ¡Dorotea! alcanzó a lanzar en un estertor. ¡Dame caña! Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno. ¡Te pedí caña, no agua! rugió de nuevo. ¡Dame caña! ¡Pero es caña, Paulino! protestó la mujer espantada.

Este tal le sorbió los sesos a una pobre mujer, viuda de un platero y se casó con ella. Cada uno por su estilo, aquella pareja valía un imperio. Todo el santo día estaban riñendo, de pico se entiende... ¡Y qué tienda, hija, qué desorden, qué escenas! Primero se emborrachaba él solo, después los dos a turno.