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Por supuesto que nos rompimos las manos aplaudiendo. A todo esto habían llegado ya varios pollastres, los cuales andaban entreverados con las damas, sentados todos sin ceremonia, volviéndose unos a otros la espalda cuando así les convenía para hablar más a gusto a su pareja.

El genio que preside esta anarquía Entre el vapor espeso de la orgía Desparrama en su aliento corrupcion: Aborto abominable del infierno, Ó maldicion tremenda del Eterno Porque el lazo rompimos de la union.

Rompimos los tres la marcha por el mismo camino que había traído yo la noche de mi llegada a Tablanca, tan a oscuras como entonces, aunque mejor acompañado y menos dolorido de riñones.

Ó maldicion terrible del Eterno Por qué el lazo rompimos de la union. No hay uno solo de los jóvenes poetas que hoy escriben, que no haya bebido alguna inspiracion en el Canto del Cisne que don Juan Cruz Varela dedicó á Mayo poco antes de morir. Por mi parte, al escribir estos versos he tenido muy presente la siguiente estrofa, que pertenece á ese canto: ¡Oh Dios! no supimos vivir como hermanos!

Son unos animales soberbios y el cochero debe ser muy hábil. No como no nos rompimos el pescuezo en esta carrera salvaje. ¡Ah! comienzo a tranquilizarme, pero necesito descansar, y os ruego que me permitáis retirarme. La condesa abrió la puerta de un armario y sacó una botella y una copa. Mi pobre Mathys le dijo tomándole la mano , vuestro susto debe haber sido grande.

De madrugada se despachó una partida á esplorar el campo, y á las tres del dia rompimos la marcha, costeando dicho rio: y habiendo caminado cosa de 8 leguas, pasamos por la toldería que fué del cacique Lincon, á donde los indios de nacion Teguelches lo habian avanzado.

Cuando cesaron, me vi precisado a venir a España, y vivir a expensas de un hermano que tenía en Galicia, ayudándole en la administración de sus rentas. Pero este hermano había fallecido, y su esposa, a quien pertenecían todos los bienes, tenía un carácter que me había hecho padecer bastante, hasta que al fin rompimos definitivamente. Quedé sin medio alguno para vivir.

Quédate, necio, y oye... Por no querer oír rompimos las amistades en el Escorial... Considera que han de hablar algo de ti... Verdad es que si la delicadeza me ordenaba cerrar los oídos, la curiosidad me impulsaba a abrirlos. Venció la curiosidad, mejor dicho, venció la pícara Amaranta, que no podía dejar de ser cortesana. Las muchachas hablaban en alto y lo oímos todo, y aun veíamos algo.