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En las presentes coplas se trata como una hermosa doncella, andando perdida por una montaña, encontró un pastor, el cual vista su gentileza se enamoró de ella, y con sus pastoriles razones la requirió de amores, á cuya recuesta ella no quiso consentir, y después viene un salvaje á ellos, y todos tres se conciertan de ir á una ermita que allí cerca estaba á hacer oración á Nuestra Señora.

Hago la negra dura cama y tomo el jarro y doy comigo en el río, donde en una huerta vi a mi amo en gran recuesta con dos rebozadas mujeres, al parecer de las que en aquel lugar no hacen falta, antes muchas tienen por estilo de irse a las mañanicas del verano a refrescar y almorzar sin llevar qué por aquellas frescas riberas, con confianza que no ha de faltar quién se lo , según las tienen puestas en esta costumbre aquellos hidalgos del lugar.

Durante todos estos meses el piano ha permanecido cerrado. Esta tarde ha sido la primera vez que se ha abierto; no podía negarse el amigo a la recuesta del amigo. ¿Hubiera sido ridículo? Hubiera sido ridículo; pero, en cambio, lo que ha sucedido ha sido trágico.

"Muchos cuentan que ha nacido La phenix en el Arabia... Poetas dicen... que cuando viene en suma A estar vieja, hace una hoguera De la olorosa madera De myrrha, linaloel, Clavo, canela y laurel, Cinammomo y calambuco, Adonde el cuerpo caduco Recuesta, y batiendo el ala Enciende el ayre que exhala, Como en la piedra el azero.

Porque en todo el tiempo que allí estuve, que sería cuasi seis meses, solas veinte personas fallecieron, y éstas bien creo que las maté yo o, por mejor decir, murieron a mi recuesta; porque viendo el Señor mi rabiosa y continua muerte, pienso que holgaba de matarlos por darme a vida.

Y como le vi trasponer, tórneme a entrar en casa, y en un credo la anduve toda, alto y bajo, sin hacer represa ni hallar en qué. Hago la negra dura cama y tomo el jarro y doy comigo en el río, donde en una huerta vi a mi amo en gran recuesta con dos rebozadas mujeres.

Y lo que más es de notar es que nunca nos enamoramos sino de pane lucrando, que veda la orden damas melindrosas, por lindas que sean, y así, siempre andamos en recuesta con una bodegonera por la comida, con la huéspeda por la posada, con la que abre los cuellos por los que trae el hombre.

Aquí Fuso Negro saca un mendrugo de entre la camisa y comienza a roerlo, con la mirada adusta y obstinada. El Caballero cierra los ojos y se recuesta sobre las algas que sirven al loco de camada. Se oye el bordón del viento y el tumbo de las olas en la playa. El Caballero suspira sin abrir los ojos. ¿Tienes hambre, hermano Fuso Negro?