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Debido á esto hace treinta siglos que preside á los destinos de la poesía, y que domina en todas las bellas artes. ¿Qué le falta á los ojos de los hombres sérios para ser un hombre completo? No ser poeta, es decir, no haber escrito el libro mas sublime que haya producido el ingenio humano, y por el cual el mundo quemaría diez bibliotecas como la de Alejandría. ¿Esto es sério?

El primero el de la propuesta de un convenio nuevo que envió al Conde de Essex al darle cuenta de los disgustos que había sufrido; consistía: 1.º, en la completa seguridad de la persona que en lo sucesivo se encargara de llevar las cartas; 2.º, que reuniendo el Conde todas las que tenía en su poder y las que poseía Bacon, las quemaría, sin lástima de las bellezas literarias, avisándole de su propia mano estar cumplida la destrucción; 3.º, que había de asegurarle haría lo mismo con todas las cartas sucesivas, sin mostrarlas á nadie más que á la Reina; 4.º, que si por resultado de la correspondencia, contra lo que podía suponerse, llegaba á perder la situación que tenía en Francia, volvería á tomarle el Conde bajo su protección en Inglaterra.

En su casa, á solas con Antonieta, presentía la existencia de invisibles fantasmas que le espiaban, que tomaban nota de sus acciones, que á cada arranque de pasión parecían interponerse entre su mujer y él. ¿Por qué estás siempre leyendo? preguntaba á veces la joven. ¡Ay, esos libros! ¡Con qué gusto los quemaría!

Que si la ponía en ti, Dijo que a Coín vendría Y mi casa quemaría, Y aun dijo que dentro a . Por Alá que habló el villano Tal, que me obliga a reír De ver que entrar y salir Le parezca que es tan llano. ¡Oh Rey, que por esto pasas! ¿Que digan cristianos quieres Que forzarán las mujeres Y pondrán fuego a las casas? ¿Quién dió a Narváez cuidados De los casamientos?

Y misia Casilda, aferrada a su idea salvadora, repetía que era pedir lo suyo, ahora que se necesitaba, y a título de préstamo: una vez reintegrado, que siguieran gozando de la fortuna benditos de Dios, porque los treinta mil pesos serían reintegrados y cuanto antes: ese dinero les quemaría las manos, con ser de su propiedad, como era. ¿Y creía él que ella no sufría de verse en la dura necesidad de recurrir a Gregoria, su implacable hermana?

Ni un libro: ni regalados los quiere nadie; llena tengo la casa... ¡Si fueran billetes para la ópera o los toros...! ¿Ves pasar aquel autor escuálido de todos conocido? Dicen que es hombre de mérito. Anda y pregúntale: ¿Cuándo da usted a luz alguna cosita? Vamos... ¡Calle usted por Dios! te responderá furioso como si blasfemases; primero lo quemaría.