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La teoría de las sensaciones que acabo de exponer, los resultados que se deducen de las relaciones de dependencia ó independencia de los fenómenos entre , y con nuestra voluntad, todo se aplica á la vista lo propio que al tacto. 2.º Distinguimos dos órdenes de fenómenos de sensacion interna y externa; prescindiendo tambien de la objetividad.

Y sin embargo, esto no tiene nada de grandioso dijo Isidro . Es una ciudad vulgar. Si no fuese por el río, la fachada resultaría fea... Pero se presiente que detrás de la fila de edificios que distinguimos, y que es como el testero de la ciudad, existen kilómetros y kilómetros de tierra cubiertos de viviendas. No se ve la grandeza, pero se adivina.

Conocemos las condiciones que se han de llenar, pero vemos la impotencia de llenarlas: cuando se nos quiere persuadir que esto se ha conseguido, reflexionamos sobre la idea de lo infinito: y decimos: «; todavía ; esto es contradictorio con la infinidad; esto no es infinito, sino finitoDistinguimos perfectamente, entre la falta de la percepcion del límite, y su no existencia: si se quiere que confundamos estas dos cosas, respondemos: «; no deben confundirse: hay mucha diferencia entre el no concebir un objeto, y su no existencia: no se trata de que nosotros concibamos ó el límite; sino de que exista ó Por mas que se retire un límite, ocultándose por decirlo así á nuestros ojos, no nos engañamos: existe ó : si existe, no está cumplida la condicion encerrada en el concepto de la infinidad; el objeto no es infinito, sino finito; si no existe, hay infinidad verdadera: la condicion está cumplida.

Convengo en que prescindiendo de la existencia del hombre, concebimos todavía la esencia del hombre; pero la cuestion no está en si distinguimos entre la idea del hombre y su existencia, sino en si hay una distincion real entre su esencia propia y su misma existencia.

Lo contrario sucede en la idea: instantáneamente, concebimos lo que se entiende por espacio infinito: disputamos desde luego sobre su posibilidad ó imposibilidad, le distinguimos perfectamente del indefinido, preguntando de este si en realidad tiene límites ó no; llamándole finito en el primer caso, é infinito en el segundo.

Cuando entrábamos en esta villa al caer de la tarde, distinguimos a lo lejos una gran polvareda, levantada al parecer por la marcha de un ejército, y dejando los perezosos carros, entramos a pie en el pueblo para llegar más pronto, y saber qué tropas eran aquéllas y adónde iban.

Luego, sean como fueren, las tiene. Es cierto que en la idea del espacio distinguimos las partes, sin separarlas; pero las concebimos realmente en él; y sin ellas no concebimos el espacio. En este supuesto, ¿á qué se reducirán las pruebas en favor de la inmaterialidad del alma? Si la sabiduría infinita pudiera ser extensa, ¿por qué no podria serlo con mucha mas razon el alma humana?

Así que no distinguimos el calor radical; esto es, la raiz del calor que se halla en el objeto sensible de la percepcion, del que está en nosotros, y ambas cosas son necesarias para el calor. Lo mismo ha de entenderse de las demas qualidades propuestas. Otro error ocasionan los sentidos muy general en las cosas pertenecientes á la Física.

Todos, despues de hecha en sus personas la purificacion que prescriben la Ley y la Sunnah, se acercan en respetuoso silencio á la regia cámara, y entre el numeroso tropel que rodea el lecho mortuorio distinguimos primeramente á un hombre de rostro lampiño y macilento, abultado de cuerpo y lujosamente ataviado: es el eunuco Mansur, primero entre los de su especie que alcanzó en la España árabe el honor de ser encumbrado al cargo de hagib, y en quien el mérito personal justifica lo que á los ojos de los varoniles Yemenitas solo la tradicion asiática puede hacer tolerable.

Yo vi a éstos avanzar por la carretera, y entre el denso humo distinguimos un hombre puesto al frente del valiente batallón y blandiendo con furia la espada; un hombre de alta estatura, el rostro desfigurado por la costra de polvo que amasaban los sudores de la angustia; de uniforme lujoso y destrozado en la garganta y seno, como si lo hubiera hecho pedazos con las uñas para dar desahogo al oprimido pecho.