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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Sin arte, sin reflexion de ninguna clase, distinguimos con frecuencia lo sólido de lo fútil, lo sofístico de lo concluyente.
Llegan las cinco y media, subimos á un coche que nos conduce á una estacion de ferro-carril; nos acomodamos en nuestros puestos, y el tren arranca. Pasan algunas horas, y á los rayos de una luna llena, distinguimos los árboles corpulentos de Orleans, luego las llanuras de Burdeos, despues las torres de Angulema, de Bayona y de Irun. Irun está delante de nosotros.
Vemos en la palabra indefinido, la expresion de la impotencia de encontrar límites; pero distinguimos muy bien entre el existir esos límites y el ser encontrados. Con lo cual se ve que la idea nos ofrece cosas muy diferentes de la representacion.
Distinguimos en las enfermedades dos especies de fenómenos nerviosos: los de los prodromos debidos á la impresion de la causa morbosa, y los que suscitan las simpatias de los órganos profundamente atacados, ó la afeccion de los sólidos y líquidos que reaccionan sobre los centros nerviosos. Estos dos órdenes de síntomas tienen sus análogos en el acónito y en otros varios medicamentos.
Hablamos continuamente de la posibilidad y aun de la existencia de seres no sensibles; y hasta con respecto á los fenómenos de nuestra alma, distinguimos entre los que pertenecen á la sensibilidad, y los que corresponden al órden intelectual puro: luego para nosotros la idea de ente expresa un concepto general, no circunscrito al órden sensible. A esto replicaré lo siguiente.
En prueba de que la diferencia no es esencial, sino que solo está en el mas ó en el menos, se puede notar, que si la representacion imaginaria llega á un grado muy alto de viveza, no la distinguimos de la sensacion, como les sucede á los visionarios, y como todos lo experimentamos durante el sueño.
Luego si se quita el sacudimiento, que es lo único que nos haria conocer algun movimiento propio, no distinguimos si somos nosotros quien se mueve, ó si son los objetos; siendo de notar que naturalmente nos inclinamos á referir el movimiento á ellos, mas bien que á nosotros.
En la primera hilera de estas réprobas distinguimos a Elisita Machut, que se movía con más ardor que sus compañeras y que alzaba la pierna a la altura de un principal. ¡Ya le daré a usted la dirección, señor juez, para que haga cesar este escándalo! EL JUEZ. ¡Sí..., sí...! ¡Continúe...!
Ninguno de dichos actos puede ser presentado en intuicion sensible; son hechos de un órden superior á la esfera de la sensibilidad, y que sin embargo están presentes á nuestro espíritu en una conciencia clara, viva; reflexionamos sobre ellos, los tomamos por objetos de nuestros estudios, los distinguimos perfectamente entre sí, los clasificamos de mil maneras.
Cuando a la distancia conveniente para examinar un cuadro, abarcamos con la vista en una habitación o al aire libre una reunión de personas o una sola figura, no distinguimos más que su aspecto total; para que la mirada aprecie pequeñeces y minucias, es necesario que las busque y se fije en ellas particularmente.
Palabra del Dia
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