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No concebían la revolución sino bajo las órdenes de Soler, Alvear, Lavalle u otro de reputación, de gloria clásica; y mientras tanto, sucedía en Buenos Aires lo que en Francia había sucedido en 1830, a saber: que todos los generales querían la revolución, pero les faltaba corazón y entrañas; estaban gastados, como esos centenares de generales franceses que en los días de julio cosecharon los resultados del valor del pueblo, a quien no quisieron prestar su espada para triunfar.

A veces, después de alguna reflexión hecha al azar sobre la dificultad de hallar en la vida la felicidad del amor o sobre la grosería con que lo concebían los hombres, se detenían en el punto mismo de abrirse el corazón. Adriana experimentaba, por primera vez, el sentimiento apasionado de la amistad. Laura la besaba como a una hermana y le enseñaba imágenes de santos bordadas en seda por ella.

En su frente no se concebían el ceño del enfado ni las sombras de la tristeza, y sus labios un poco gruesos, dejaban ver al sonreír los más preciosos dientes que han mordido manzana del Paraíso.

Los hombres cuyos padres y hermanos habían peleado como leones en Crécy y Poitiers y visto estrellarse lo más florido de la caballería europea contra los muros de hierro que formaban los plebeyos disciplinados de Inglaterra, no concebían que un gran señor pudiese infundirles temor y mucho menos respeto. El poder había cambiado de manos.

La fe en lo divino y el sentimiento de lo reputado siempre por lo más noble en lo humano, iban relegándose al montón de las cosas inútiles, cuando no perjudiciales; apenas se concebían los grandes héroes de otras épocas, cuanto más los sentimientos que los habían exaltado desde la masa común de los anónimos, hasta las páginas más esplendentes de la Historia.

De decir que, este verano, unos marineros me pidieron en mi pueblo nada menos que un grupo escolar; aquellas gentes sencillas sabían que yo vivía en Madrid y no concebían que pudiese vivir de otra cosa más que de ministro, lo que, después de todo, demostraba cierta lógica.

36 y puso tres días de camino entre y Jacob; y Jacob apacentaba las otras ovejas de Labán. 38 Y puso las varas que había mondado en las pilas, en los abrevaderos del agua donde las ovejas venían a beber, delante de las ovejas, las cuales se calentaban viniendo a beber. 39 Y concebían las ovejas delante de las varas, y parían borregos cinchados, pintados y manchados.