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Actualizado: 21 de julio de 2025
Eso es lo que tú dices, pero lo que es á mí, ver y creer. Venga el zurrón. No lo esperéis. ¡Por los clavos de Cristo! ¿No sabes, rapaz, que puedo descuartizarte en un santiamén? Dado os hubiera las pocas monedas que poseo si me hubiérais pedido en nombre de la caridad. Pero amenazáis como un bandido y sabré defenderme.
Ahora te da por desacreditarme después de haber estado más de veinte años comiendo mi pan. ¡Pero si te conozco, zurrón de veneno; si eso que has dicho nadie te lo va a creer: ni arriba ni abajo! El demonio está contigo, y maldita tú eres entre todas las brujas y esperpentos que hay en el cielo... digo, en el infierno.»
El cielo os prospere si así lo hacéis, lindo señor, dijo ella sorprendida y encantada con aquella oferta; y en un santiamén le llevó y abrió el zurrón de Ferrus, admirando la prontitud y habilidad con que Roger manejó colores, paleta y pinceles y borrando el espantajo verde comenzó á pintar el fondo de la nueva muestra.
Como acertáramos a encontrar un rebaño de ovejas y cabras, dijo el aragonés: Apartémonos aquí junto al charco para ver de derrotar a estos austriacos y rusiacos, que vienen mandados por el tío Parranclof, emperador del Zurrón y rey de los guarros, y subamos a la loma de la Panza para quitarles la artillería y hacerles meter en el castillo.
Leónido abre el zurrón que el pastor le presenta, y halla en él la corona de espinas, la lanza y los clavos; cuando torna á mirarlo, después de contemplar aquellos objetos, ve ante sí á Jesucristo en la cruz, en vez del pastor, y oye estas palabras: Ya, Leónido, llegó el tiempo En que al justo satisfagas Lo mucho que has mal llevado, Haciéndome tu fianza.
Soltó Roger el zurrón y empuñando su herrado garrote volvió atrás, cruzó el arroyo de un salto y se dirigió á todo correr hacia el grupo que formaban los salteadores y su víctima.
Así se te pudra todo el dinero que guardas, y se te convierta en pus dentro del cuerpo para que revientes, zurrón de avaricia. Coja usted el libro y el lápiz, y lléveselo con mucho cuidado... no se le pierda por el camino. Bueno: ¿se ha hecho usted cargo? ¿Me responde de que apuntarán todo? Sí, señor... no se escapará ni un verbo. Bueno.
El puente tenía tres arcos. En el primero, tendido boca abajo sobre la húmeda arena, se hallaba un hombre pobremente vestido. A su lado se veía un zurrón de sucio y remendado lienzo y un garrote. A unos quince pasos de distancia, en la orilla del barranco, se alzaban unos espesos y grandes carrizales cuyas hojas, abrasadas por el ardiente sol del verano, tenían un color rojo amarillento.
Se comparó a los admirables anacoretas de la Tebaida, y tuvo por seguro que en los tiempos venideros su historia sería leída en hogares y refectorios para edificación de las almas. Las religiosas de Toledo habíanle puesto en el zurrón algunos libros de mística.
Dejadme buscar en mi zurrón un ungüento que llevo y que os será de mucho alivio. No, una sola cosa puede calmar el dolor y lavar la afrenta, y esa el tiempo quizás me la depare. Ahí tenéis vuestro camino, el atajo que pasa entre aquel matorral y el árbol con la rama tronchada.
Palabra del Dia
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