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Actualizado: 2 de julio de 2025
Un soplo formidable, la respiración de un pulmón inmenso, entraba por esta galería. Un zumbido armónico llegaba hasta allí con las ondulaciones del aire, haciendo presentir cierta música lejana, más bien adivinada que oída. En los bordes del arco asomaban cabezas, muchas cabezas: las de los espectadores de los bancos inmediatos, avanzando curiosas para ver cuanto antes a los héroes.
Pero esta vez nadie, ni acercando el oído a su rostro, hubiera podido distinguir una sola palabra. Era como el monótono zumbido de un insecto, el mismo lenguaje incomprensible y sordo que exasperaba a los emisarios de otros soberanos.
El clavo histérico cede tambien al café, si hay zumbido de oidos, palpitaciones, timpanitis hipogástrica, deseos venéreos, inconstancia en los placeres y en el carácter. La escesiva escitacion, durante las reglas abundantes, reclama café, y acaso la manzanilla y la nuez vómica.
Se detuvo ante los puestos de los ostricarios, examinando las valvas de concha-perla alineadas en los estantes, sobre los cestos de ostras de Fusaro; las enormes caracolas, cadáveres huecos, en cuya garganta mugía, según los vendedores, como un recuerdo, el lejano zumbido del mar.
Gruñían las trompas de los automóviles; gritaban los cocheros; pregonaban los vendedores de papeles la hoja con la estampa e historia de los toros que iban a lidiarse, o los retratos y biografías de los toreros famosos, y de vez en cuando una explosión de curiosidad hinchaba el sordo zumbido de la muchedumbre.
Aquella aparición en el campo de batalla, en medio del zumbido de los cañones y del choque de las armas; la inesperada presencia ante mí de aquella cara celestial, fielmente reproducida por un buen artista; la sonrisa iluminada que creí observar sobre la placa, cuando fijé en ella mis ojos; aquella repentina visita, pues no era otra cosa, de mi fiel amiga, cuando yo hacía tan vivos esfuerzos para ser digno de ella, me regocijaron de un modo inexplicable.
A veces se oía la marcha de pesados zuecos sobre la tierra endurecida y se veía pasar un sombrero de fieltro, una capucha o un gorro de algodón; después, el ruido se alejaba, y el crujido de la madera verde en las llamas, el zumbido del torno de hilar de Luisa y el hervor de la olla volvían a reinar.
Pero el moscón, enardecido por esta mansedumbre, redoblaba su zumbido injurioso; hasta que al fin la sagrada máscara pensaba que, aunque el silencio era obligatorio, no lo era la acción, y sin hablar palabra levantaba el cirio, dando con él varios golpes al borracho que turbaba el santo recogimiento de la ceremonia.
La cortesía, no obstante, obligábame a luchar con el maldito sueño, de lo que resultaba un estado semejante al que los médicos llaman coma vigil, un ver sin ver, transición de imagen a fantasma, un oír sin oír, mezcla de son y zumbido.
El ruido de las mil voces no es más que un débil zumbido, sobre el cual descuella solamente, con notas agudas, la algazara de los caballitos de madera; y cuando la orquesta del baile, que se ha callado por un tiempo, empieza a tocar otra vez, ahoga los demás ruidos con el estallido penetrante de sus cornetines.
Palabra del Dia
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