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Actualizado: 8 de junio de 2025
26 Y de los muertos que hayan de resucitar, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo Soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? 27 No es Dios de muertos, mas Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.
15 y por la cumbre de los montes antiguos; y por los regalos de los collados eternos, 16 y por los regalos de la tierra y su plenitud; y la gracia del que habitó en la zarza venga sobre la cabeza de José, y sobre la mollera del apartado de sus hermanos. 18 Y a Zabulón dijo: Alégrate, Zabulón, cuando salieres; y tú Isacar, en tus tiendas.
La vid, la zarza trepadora y la madreselva, apenas cubrían entre las tres toda la extensión de la tapia, erizada de vidrios rotos en su parte superior, que servía de baluarte inexpugnable contra zorras y chicuelos. A esto se reducía el paisaje, amén del inmenso y siempre hermoso cielo, tan espléndido de día, como imponente y misterioso de noche.
35 A este Moisés, al cual habían rehusado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por príncipe y juez? A éste envió Dios por príncipe y redentor con la mano del ángel que le apareció en la zarza. 36 Este los sacó, haciendo prodigios y milagros en la tierra de Egipto, y en el mar Bermejo, y en el desierto por cuarenta años.
Mientras me hablaba así y yo le respondía dando vueltas por el gabinete, se pegaba al brasero como la zarza vieja a la grieta del peñasco, y no dejaba en paz a la badila pareciéndole poco el calor que le daban las ascuas en reposo.
37 Y que los muertos hayan de resucitar, aun Moisés lo enseñó junto a la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob. 39 Y respondiéndole unos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho. 40 Y no osaron más preguntarle algo. 41 Y él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?
Sintió ruido cerca, gritó, alzó la cabeza despavorida... no tenía duda, una zarza de la loma de enfrente se movía... y con los ojos abiertos al milagro, vio un pájaro obscuro salir volando de un matorral y pasar sobre su frente. La señorita doña Anunciación Ozores había llegado a los cuarenta y siete años sin salir de la provincia de Vetusta.
Como Semíramis cuando ve aparecer la sombra de Nino para echarle en cara sus trapicheos; como Hamlet cuando oye al espectro de su padre revelándole los delitos de la señá Gertrudis; como Moisés cuando vislumbra á Jehová en la zarza ardiente, así nos quedamos todos: mudos, fríos, petrificados de espanto.
Palabra del Dia
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