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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Los lindos frescos de las bóvedas que no habían podido ser arrebatados y a los cuales inundaban de llanto las nubes del cielo, pulsadas por los temporales; el yermo santuario, cuyas puertas habían sido de plata maciza y con bajorrelieves de Berruguete; las pilas secas y cubiertas de polvo... ¡Dios mío! ¿Qué artista no suspira al verlos? ¿Qué cristiano no se estremece? ¿Qué católico no se prosterna y llora?

Exaltada nuestra imaginacion con estos recuerdos, cuando recorriamos aquella fragosa y pintoresca Sierra de Córdoba, que hoy siguen santificando con su vida ejemplar los humildes hijos del Yermo; al señalarnos con el dedo nuestro complaciente guia alguno de los lugares matizados de ruinas donde la piadosa tradicion ve los devastados solares de los antiguos monasterios benedictinos, creimos muchas veces percibir el ténue tañido de una modesta campanita entre el blando susurro de las auras y de los arroyuelos, con que lloran hoy su soledad aquellas montañas que casi nos atreveríamos á llamar sagradas.

Alberto tenía en el mundo de los vivos alguien más que su abuela. A la mañana siguiente vendió apresuradamente las verduras, sin cuidarse de la ganancia, y guardó su carretoncillo mucho antes que los compañeros. El Metro la puso en las afueras de París. Se vió en un paisaje grisáceo, yermo, con fábricas humeantes y casas de ladrillo, tristes como prisiones, en las que vivían los obreros.

No hubo rincón en el mundo en que no ondearas, Izada por la gloria de una hazaña; No hubo ciudad ni yermo en que no hablaras, Con tu oro y con tu púrpura, de España. Y siempre en lo alto del ideal que enfloras, Y del amor divino que sustentas, Te besaron sonriendo las auroras, Y te escupieron su ira las tormentas.

Eligió para esto un campo yermo, que se ensancha espacioso entre Lazareto, está sobre la orilla del Mar y las faldas del collado, que llaman del Castillo de Bellver: así por la capacidad del puesto, como por la distancia de la Ciudad, para que no sintiera la pesadumbre del humo.

El acto, no bien desaparece Mefistófeles, termina con una escena mística, en una Tebaida celestial, donde los Padres del yermo, la Magdalena, la Samaritana, Santa María Egipciaca, la misma Margarita, y los doctores extáticos, seráficos y profundos, cantan dignamente de la caridad, de la redención, de la gloria y del amor divino, mientras el alma de Fausto sube al cielo en virtud de lo femenino eterno: expresión filosófica con que Goethe designa a la Madre de Dios o al concepto de que procede, y con que pone fea discordancia en los dichos cantares religiosos.

1 Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará, y florecerá como lirio. 2 Florecerá profusamente, y también alabará y cantará con júbilo; la honra del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria del SE

Solo en ciertas monzones se ve un aspecto apacible, la gente es poca, bárbara y bozal. Nadie sale de allí, nadie pasa por allí, no hay noticias, ni del resto del mundo, ni aun de aquel pequeño rincón del mundo. No hay desierto ni yermo en la Nitria, ni la Thebaida, que sea comparable á esta soledad.

Era la Roca de San Pablo, aglomeración de piedras basálticas en mitad de la línea equinoccial; pedazo de tierra diminuto olvidado por las convulsiones volcánicas y que seguía emergiendo audazmente entre África y América, sin fauna, sin flora, yermo y maldito en las soledades del Océano, lejos de todo país habitado.

Solo en la segunda mitad del siglo XIV visitó cuatro veces la escuálida y mortífera peste la floreciente region de Andalucía: la primera vez hizo presa real matando sobre Gibraltar al orgulloso vencedor de Benamarin; las otras tres produjo tan grande mortandad, que para repoblar el reino yermo de gente, fué preciso revocar en el año 1400 la ley antigua que prohibia á las mujeres contraer nuevas nupcias antes de cumplir el año de viudez.

Palabra del Dia

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