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Homerito metía la uña, al principio con timidez; pero los primeros bocados despertaban la bestia rampante adormecida en su estómago, y para amansarla la echaba alimento a toda prisa, temiendo ser devorado por ella si retrasaba el envío. Al bondadoso protector le hacía gracia el hambre voraz de aquel muchacho feo. ¡Ah, la juventud! ¡Envidiable estómago!

Entre los presos hallábase cierto corregidor, de quien decíase que había sido más voraz que sanguijuela para sacar el quilo a los pueblos cuyo gobierno le estaba encomendado. La causa, entre probanzas, testigos, careos, apelaciones y demás batiborrillo de la chusma forense, llevaba trazas de dar tela para pleito durante tres generaciones por lo menos.

Algunos de los al parecer más importantes soldados de su extraña tropa desmontaron de los caballos, lanzaron aullidos, en señal de alabanza, admiración y júbilo, alzaron a Morsamor en hombros, y se apartaron del palacio que el voraz incendio ya consumía. Hicieron luego que Morsamor y los suyos montasen todos a caballo, y con profundo acatamiento y pompa triunfal se pusieron en marcha.

En uno de sus ángulos está el Teatro de San Pedro, consagrado á la comedia: se representan en portugues, piezas traducidas del frances y del español. Estando yo en Rio Janeiro un voraz incendio consumió por la segunda vez el coliseo.

Protegerlos, ayudarles a eludir las leyes indeclinables de la Naturaleza es indigno de un hombre civilizado, y mucho más de quien como él se dedicaba al estudio de la ciencia positiva. El que deba vivir que viva; el que deba caer que caiga. De aquí su remordimiento y tristeza. Y lo que más le avergonzaba era que, viendo comer a aquel desgraciado con apetito voraz, había llorado de ternura.

No se ha de extrañar, por consiguiente, que los asistentes en la tertulia tuviesen voraz apetito a eso de las once de la noche en que se sirvió la cena. En ella hubo lomo de cerdo en adobo, conservado en manteca, semejante a líquidos rubíes por el color rojo que le prestaba el aliño. Hubo también pavo asado y boquerones; exquisito vino de los Moriles; y, para postres, frutas y piñonate.

Pudo este ejemplar párroco evadir el riesgo con la fuga: pero hizo escrúpulo de conciencia desamparar aquella afligida grey, que en ocasion tan apretada necesitaba de su auxilio, y con una lijera esperanza de que su respeto y autoridad podrian apagar aquella voraz llama, permaneció en el pueblo.

La fe del Padre Ambrosio había sido como llama voraz que había incendiado su alma haciéndola de luz y de fuego. El entusiasmo le poseía, pero hasta entonces la envidia, nacida a par del entusiasmo, le había desgarrado el pecho y le había devorado las entrañas.

¿Y por qué la había condenado, sino porque se le había esquivado? ¿Qué otra cosa que la pasión egoísta, esa pasión voraz y no satisfecha, le hacía ser severo para su memoria? Nada que no fuera el sofisma de la presuntuosa pasión le decía que el compromiso contraído por Florencia no era válido y que si lo hubiera olvidado para aceptarlo a él habría estado en lo honrado y lo justo.

El doctor Lorquin, ante un apetito tan voraz, se frotaba las manos muy satisfecho y murmuraba entre dientes: ¡Qué salud!, ¡qué estómago!, ¡qué diente!; ¡podría partir piedras como si fuesen avellanas!