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Actualizado: 17 de julio de 2025
Aquí verá usted dice el clérigo cómo Voltaire era un sofista y cómo Rousseau, «el tristemente célebre autor del Emilio», como le ha llamado el señor obispo de Madrid, era un corruptor de las buenas costumbres.
Desde allí se veían los mástiles entrecruzados de las fragatas y bergantines, de las goletas y pailebots. Había en el cuarto, en un armario, varios libros, y entre ellos el Diccionario filosófico de Voltaire. Este libro es mi amigo me dijo el viejo, señalándolo. ¿No es usted religioso? le pregunté yo. No, no. No creo en supersticiones.
Salimos del templo, atravesamos la plaza, cruzamos luego por San Sulpicio, y á los cuatro minutos nos vemos en el muelle de Voltaire. Pasamos uno de los puentes, y véanos el lector en la otra orilla del Sena, en el momento en que uno de los vapores que van á Versalles se dispone para partir. La orilla del río presenta un espectáculo animado, extraño, pintoresco, delicioso.
Parecía que no existían ya para él ni la revolución francesa, ni el Emilio, de Rousseau, ni las Carta de Talleyrand, ni el Diccionario, de Voltaire. Se había olvidado de todo esto, y sólo pensaba en la fórmula más expresiva y exacta para decirle á Clara que la había visto en sueños aquella noche.
Echóle en cara su mala fe, las contradicciones de sus escritos y su desprecio para con la nación francesa; citó textos del mismo Voltaire que decían de la confesión cosas muy distintas de las que ahora repetía, y acabó, con grandísimo escándalo de los sectarios, por negar que fuese Voltaire quien hablaba por boca de la pitonisa. ¡No! exclamó. ¡Voltaire era un gran escritor! ¡Cómo pocos!
A ellos tambien debe la Europa los romances caballerescos y las representaciones dramáticas; y gracias á la poesía, la lengua francesa, tan pobre como es, ha llegado á ser un idioma universal, el idioma de la prosa por excelencia, pasando de las manos de Corneille y de Racine á las de Pascal, que es el que tiene la gloria de haber fijado esta lengua, complementada por Voltaire, Montesquieu, Buffon y Rousseau.
Estamos en el sepulcro de Voltaire, de este gran revolucionario, de este gran invasor, de este gran rey, como le apellidaba tan admirablemente Federico de Prusia. Esto no es una tumba histórica; no es tampoco un sepulcro; no es ni una sepultura. Es un escondrijo con cuatro paredes; un cachivache con una estátua, un hoyo, una losa, y un epitafio.
Y es emocionante pensar cuán nueva es esta convicción; a cuántas mentes privilegiadas fue desconocido éste que es el más fortificante de todos los lugares comunes... La moderna creencia en el progreso no figuró entre los ideales del siglo XVIII, aun tomando por sus exponentes a Voltaire, Montesquieu y Diderot, y Rousseau concebía la historia de la civilización como la de la caída del hombre".
VOLTAIRE, si impugnase con buena fe, hacerse cargo de las pruebas de un Escritor tan célebre contra sus aserciones; mas visto es, que en esto siguió su estilo de decir las cosas, de no probarlas, y de asegurarlas con los mismos extremos, que si las hubiera probado. Antiphilos. articl.
Nacido en tiempo de nobles y filósofos, el instinto aristocrático viene a equilibrar en su espíritu la independencia del pensador. Conoció a los hombres más conspicuos del pasado siglo. Fue bautizado por Rousseau con el título de ciudadano; Voltaire le auguró que sería poeta; Franklin le recomendó simplemente que fuese un hombre honrado y bueno.
Palabra del Dia
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