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Actualizado: 25 de julio de 2025
Pensar que pueda haber trabajo esquivo Para mí, con vosotras, mis señoras, Es negarle al azogue que no es vivo. Las auroras, las siestas, las deshoras, Me serán siempre cómodas, y tales Como el sueño que inspiran las auroras. Y así no hay que temer ansias mortales, Mientras yo fuere vuestra: sude el río, Que más por esto abundará en cristales.
Todos los años, pues, a fines de noviembre, después de las primeras nieves, volvía el loco con su cuervo, lo que arrancaba siempre gritos de desesperación a Wetterhexe. ¿De qué te quejas? decía Yégof instalándose tranquilamente en el mejor sitio . ¿No vivís vosotras en mis dominios? Demasiado bueno soy, pues soporto a dos valkyrias inútiles en el Valhalla de mis antepasados.
Vosotras tres los veréis; mas habéis de conservar, viéndolos, toda la castidad de vuestros pensamientos, y toda la virginidad de vuestras almas, amando, empero, cada una a uno de los tres, con un amor santo e inocente.
Yo reconozco que en esta casa hace falta un chiquitín. También yo lo deseo tanto como vosotras; pero esto, hija de mi alma, no se puede ir a buscar a las tiendas, ni lo debe traer Estupiñá debajo de la capa, como las cajas de cigarros. El parecido, convéncete tontuela, no es más que la exaltación de tu pensamiento por causa de esa maldita novela del niño encontrado.
El carruaje hace alto, y al bajar nos vimos enfrente del suntuoso alcázar. ¡Luis XIV, Richelieu, Colbert, salud! No hablo á vosotras, piedras amontonadas, testigos mudos, á quienes no quiero interrogar, porque antes de veros os habia interrogado en mi corazon.
Lo decía sonriendo, pero a través de su incredulidad adivinábase cierto respeto por la ciudad lejana y misteriosa, urbe de maravillas y tesoros de la que hablaban continuamente los emigrantes. El marido movió la cabeza con autoridad, y sus ojos parecían decirle: «Mujer, que estás cansando al señor... Vosotras no entendéis nada de nada».
Pero, señora, con todo nuestro respeto, no podemos menos de confesar que no son dignos de vosotras.
¡A la cárcel,...ajo, a la cárcel! rugió don Roque. Y vosotras lo mismo. Todo el mundo abajo. ¿Dónde está ese maricón de Patina? ¡Santo cielo, qué alboroto se armó allí en un momento! Las niñas de la ventana no tuvieron más remedio que bajar, y Patina lo mismo, todos en camisa, porque don Roque no admitió término dilatorio.
No prosigas, Agapita querida dijo el enfermo con voz meliflua, débil, mimosa . Ya sé lo que pides. Que confiese. Está bien, hija mía. ¿Cómo ha de ser? Hace días que esperaba este momento. El señor de Somoza es tan angelical que no quería darme un susto; pero yo conocía que esto iba mal. He pensado mucho en vosotras, en la necesidad de complaceros.
Que espere... Pues no faltaba más... replicó Jacinta con tedio . Que tenga paciencia, que también la tienen los demás. Y vosotras, ¿de dónde venís? ¿Nosotras? De ver amas de cría dijo la santa sonriendo. ¡Amas de cría!... Sí, no es broma... amas, amas, amas. ¡Qué graciosa estás hoy!... Pues qué, ¿no te ha dicho esta tonta que hemos encontrado otro Pituso?
Palabra del Dia
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