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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Hablando de otra cosa, dixo Candido, ¿cree vm. que la tierra haya sido antiguamente mar, como lo afirma aquel libro gordo que es del capitan del buque? No por cierto, replicó Martin, como ni tampoco los demas adefesios que nos quieren hacer tragar de algun tiempo acá. ¿Pues para qué fin piensa vm. que fué criado el mundo? continuó Candido.

Vm. haga lo mesmo, avisandome de su salud, y de la de todos los amigos. Al famoso Vicente Espinel dará vm. mis encomiendas, como á uno de los mas antiguos y verdaderos amigos que yo tengo.

Martin y Candido distinguiéron con mucha claridad en el combes de la nave que zozobraba unos cien hombres que todos alzaban las manos al cielo dando espantosos gritos; en un punto se los tragó á todos la mar. Vea vm., dixo Martin, pues así se tratan los hombres unos á otros. Verdad es, dixo Candido, que anda aquí la mano del diablo.

Entre los poetas que aqui vinieron con el señor Pancracio de Roncesvalles, se quejaron algunos de que no iban en la lista de los que Mercurio llevó á España, y que asi vm. no los havia puesto en su Viage.

Un dia, yendo Candido y Martin á sentarse á la mesa con los forasteros alojados en su misma posada, se acercó por detras al primero uno que tenia una cara de color de hollin de chimenca, el qual, agarrándole del brazo, le dixo: Dispóngase vm. á venirse con nosotros, y no se descuide.

Envio á vm. unos privilegios, ordenanzas y advertimientos, tocantes á los poetas: vm. los haga guardar y cumplir al pie de la letra, que para todo ello doy á vm. mi poder cumplido quanto de derecho se requiere.

Uno de los hypercríticos que junto á el estaban, le dixo en un entre-acto: Hace vm. muy mal en llorar; esa comedianta es malísima, y el que representa con ella peor todavía, y peor la tragedia que los actores: el autor no sabe palabra de arábigo, y ha puesto la escena en la Arabia; sin contar con que es hombre que cree que no hay ideas innatas: mañana le traeré á vm. veinte folletos contra él.

Finalmente la exôrbitancia del cuello y puños era tal, que en el cuello se escondia y sepultaba el rostro, y en los puños los brazos. Digo pues que el tal mancebo se llegó á , y con voz grave y reposada me dixo: es por ventura vm. el señor Miguel de Cervantes Saavedra, el que ha pocos dias que vino del Parnaso?

Candido que oyó estas palabras, y que hasta entónces no la habia mirado con atencion, porque solo en Cunegunda pensaba, le dixo: ¡Ha, pobre chica! ¿con que eres la que puso al doctor Panglós en el lindo estado en que le vi? ¡Ay, señor! yo propia soy, dixo Paquita; ya veo que está vm. informado de todo.

Volviéndose luego á Martin, le dixo: ¿Quién piensa vm. que es mas digno de compasion, el emperador Acmet, el emperador Ivan, el rey Carlos Eduardo, ó yo? No lo , dixo Martin, y menester fuera hallarme dentro del pecho de vms. para saberlo. Ha, dixo Candido, si estuviera aquí Panglós, el lo sabria, y nos lo diria.

Palabra del Dia

hociquea

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