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Actualizado: 7 de julio de 2025


-Quisiera yo, señor duque -respondió don Quijote-, que estuviera aquí presente aquel bendito religioso que a la mesa el otro día mostró tener tan mal talante y tan mala ojeriza contra los caballeros andantes, para que viera por vista de ojos si los tales caballeros son necesarios en el mundo: tocara, por lo menos, con la mano que los extraordinariamente afligidos y desconsolados, en casos grandes y en desdichas inormes no van a buscar su remedio a las casas de los letrados, ni a la de los sacristanes de las aldeas, ni al caballero que nunca ha acertado a salir de los términos de su lugar, ni al perezoso cortesano que antes busca nuevas para referirlas y contarlas, que procura hacer obras y hazañas para que otros las cuenten y las escriban; el remedio de las cuitas, el socorro de las necesidades, el amparo de las doncellas, el consuelo de las viudas, en ninguna suerte de personas se halla mejor que en los caballeros andantes, y de serlo yo doy infinitas gracias al cielo, y doy por muy bien empleado cualquier desmán y trabajo que en este tan honroso ejercicio pueda sucederme.

Entre tanto, murió David, subió Salomón al trono, y Abisag quedó en palacio como una de las reinas viudas, aunque en realidad no se podía decir que hubiese sido esposa del Santo Rey. Sabido es, no obstante, que Salomón quería que la tuviesen por tal y que asimismo viviese ella consagrada sólo a la memoria de David, cuyo último suspiro había recogido.

Juntas crecieron en el convento cuando niñas; juntas gastaron riqueza y derrocharon alegría, siendo mientras pudieron ligeras y frívolas como su propia juventud; al mismo tiempo amantes, casadas, viudas y madres: sus dichas y sus penas parecían tan hermanadas como ellas mismas; pero había llegado la hora de que se rompiese el misterioso paralelismo de sus vidas.

Ciertamente: se llama viuda de un caballero de la montaña. ¡Ah! todas estas son viudas ó tienen su marido ausente. Y presente el amante. ¿Y quién es el amante de esa mujer? El amante de esa dama es el amante de mi mujer. ¡El amante... de vuestra mujer!...

Eran las familias de los chicos del Hospicio. Las madres venían de los barrios más extremos de Madrid: lavanderas, traperas, viudas de trabajadores, mendigas, todo el mujerío abandonado y mísero, que procrea por distraer el hambre. Se trataban como amigas al verse allí todas las semanas.

9 La viuda sea puesta en lista, no menor de sesenta años, la cual haya sido mujer de un varón. 11 Pero viudas más jóvenes no admitas, porque después de hacerse licenciosas contra Cristo, quieren casarse. 12 Teniendo ya condenación, por haber falseado su primera fe.

Ora por todos cuantos murieron sin ventura, por cuantos padecieron tormentos sin igual, por nuestras pobres madres que gimen su amargura, por huérfanos y viudas, por presos en tortura, y ora por , que veas tu redención final.

Esta nave, dividida por lo comun en su altura en dos cuerpos, formaba una especie de galería alta ó tribuna, que se reservaba para las viudas y las vírgenes particularmente consagradas á la oracion.

2 a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda limpieza. 3 Honra a las viudas que en verdad son viudas. 4 Y si alguna viuda tuviere hijos, o nietos, aprendan primero a gobernar su casa piadosamente, y a recompensar a sus padres, porque esto es lo honesto y agradable delante de Dios.

Ora por todos cuantos murieron sin ventura, Por cuantos padecieron tormentos sin igual, Por nuestras pobres madres que gimen su amargura; Por huérfanos y viudas, por presos en tortura Y ora por que veas tu redencion final.

Palabra del Dia

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