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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Al penetrar en el despacho, Esteven se volvió, y percibió allá, en el fondo del salón rojo, a su cuñado, que le miraba, y se le antojó, porque otra cosa no podía ser, dada la distancia y la poca luz, que estaba alegre y se sonreía y hasta le sacaba la lengua; pura aprensión de su espíritu suspicaz, porque el otro, tan pronto como hubo conocido al visitante, se sumergió entre sus papeles, renegando, sin duda, de los negros que no tienen manos para cerrar las puertas.
Un momento después se abrió la puerta y apareció en el umbral una graciosa aparición haciendo el saludo militar. ¡Buenos días, mi capitán! ¡Miss Darling! exclamó vivamente el joven levantándose de un salto. ¡La señora de Argicourt! dijo la tía Liette dirigiéndose a la segunda visitante.
Si es encantador y variado para el Robinsón tendido en el islote ó encaramado al tronco de un árbol, el aspecto del arroyo, es mucho más hermoso todavía para el visitante que sigue la orilla de sinuosidad en sinuosidad, caminando tan pronto sobre las rocas tapizadas de zarzas, como sobre la espesa hierba de la pradera, ó bajo la móvil sombra de las ramas agitadas.
Hizo un elogio vehemente de las poesías de su ilustre visitante, declarando que jamás en su existencia había conocido nada comparable á ellas, y que ninguno de los poetas de su país podría igualarse con Momaren.
Ah-Fe subió silenciosamente las escaleras, entrose hacia el aposento delantero, dejó el cesto y esperó en el umbral. Una mujer sentada a la fría y agrisada luz de la ventana, con una niña en la falda, levantose con indiferencia y se fue hacia el visitante.
Examinó severamente lo que se veía del castillo, el emparrado, un rincón del parque, alzó los ojos hasta las torrecillas y se volvió para contemplar las pequeñas ventanas del antiguo departamento de Domingo. Domingo llegó a la terraza: se reconocieron. ¡Ah, qué sorpresa, mi amigo tan querido! dijo Domingo avanzando hacia el visitante, las dos manos cordialmente abiertas.
El rostro del visitante que había vislumbrado la noche anterior, le pareció más bonito aún de lo que le había parecido entonces, y sin embargo, estaba como desorientado o descontento, aun cuando no podía esperar encontrarse con tan bella criatura.
La perfeccion artística de los bustos y las figuras es tal, que el visitante se siente a veces tentado á saludar respetuosamente á esos personajes de cera ó entablar conversacion con ellos.
Y el crujido triste, incierto, de las rojas colgaduras me aterraba, me llenaba de fantásticas pavuras, de tal modo, que el latido de mi pecho palpitante procurando dominar, «es, sin duda, un visitante repetía con instancia que a mi alcoba quiere entrar; un tardío visitante a las puertas de mi estancia... eso es todo, ¡y nada más!»
Experimentaba una decepción en vez de una alegría, como si se desilusionara al verlo bajo aquel aspecto de visitante correcto y dueño de sí mismo. Después de algunos instantes, consagrados a la señora Aubry, Martholl pasó a saludar a María Teresa; ésta, por un esfuerzo de voluntad, recobró su calma habitual, y el apretón de manos que se dieron, fue perfectamente trivial.
Palabra del Dia
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