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No conozco España; ¡pero me interesa tanto!... Yo adoro todos los países de amor, donde los hombres son desinteresados, donde no exista la dote y una mujer puede casarse aunque sea pobre. Dejó caer una ojeada de lástima el príncipe al pasar junto al sabio. Un nuevo personaje intervino en la vida de los habitantes de Villa-Sirena.

¡Magnífico! dijo Castro . Casi eres un poeta al describir nuestra vida futura. Me has convencido. Vamos á ser felices. Pero no olvido tu permiso para la hembra y tu prohibición de la mujer. ¡Nada de faldas en Villa-Sirena! Hombres nada más, monjes con pantalones, egoístas y tolerantes, que se reunen para vivir dulcemente mientras arde el mundo.

Lo lamentaba como algo ilógico y extemporáneo, mas no por esto había dejado de interesarle la suerte del príncipe. Si se abstuvo de ir á Villa-Sirena, fué por no parecer entrometido. Varias veces había hablado con el coronel, encargándole que saludase al príncipe de su parte. Luego, como si se arrepintiese de la severidad con que juzgaba aquel duelo, dió explicaciones.

Parejas enlazadas y de paso lento desaparecían en las penumbras del jardín. Todas habían pasado por allí: artistas célebres de París, de Londres ó de Viena; hermosas snobs de los dos hemisferios; señoras del gran mundo, sonrientes como esclavas ante el potentado que podía saldar sus deudas con una firma. ¡Ah, las noches pompeyanas de Villa-Sirena!...

A través de los árboles llegó desde Villa-Sirena el mugido metálico de un gong llamando á los huéspedes, esparcidos en el parque ú ocultos todavía en sus habitaciones. El coronel lo escuchó con placer. «El almuerzoLanzó una última mirada á los dos enormes edificios, el uno erizado de remates agudos y multicolor, el otro cuadrado y de una blancura uniforme.

Se preocupaba de ellos con cariños de «madrina», enviándoles chocolate, comestibles selectos, todo lo que podía extraer de la despensa de Villa-Sirena sin detrimento del servicio. Algunas cartas llegadas del frente le hacían llorar y reir de emoción. Un voluntario le pedía el envío de una buena navaja de España, por haber roto la suya en un encuentro nocturno.