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Actualizado: 5 de julio de 2025


Detrás de ellos vienen los grandes. Todos se colocan en fila á entrambos lados de la puerta, dejando una calle regularmente espaciosa. Por ella marchan las zagalas de Entralgo y Canzana cantando y agitando los panderos y en esta forma penetran en el templo. Se arrodillan al entrar, se levantan después y á los cuatro pasos se arrodillan otra vez y otra vez se levantan.

Tomás los recibió extrañamente inmutado, como si le viniesen a notificar su sentencia de muerte. ¡No hay que apurarse, hombre, no hay que apurarse! le dijo el escribano con semblante risueño. Las cosas hay que tomarlas como vienen; cachaza y mucho pecho. Después le preguntaron dónde tenía el ganado. Parte estaba en los prados y parte en el establo. Era necesario juntarlo todo.

Lo mismo que cualquier tiple de las que vienen al teatro de San Fernando en la temporada de Pascua. Y no creas que canta en italiano solamente; ella lo camela todo: francés, alemán, inglés.

¡Impertinencia, tienes nombre de mujer! exclamó el estudiante, a un tiempo riendo y mascando ¡Descontentadiza, exigente! ¿A qué vienen esos melindres?

Alumnos del año preparatorio de Derecho, del quinto de Segunda Enseñanza, del preparatorio de Medicina formaban animados grupos: estos últimos eran fáciles de distinguir por su traje y por cierto aire que no se observa en los otros: vienen en su mayoría del Ateneo Municipal y entre ellos vemos al poeta Isagani esplicando á un compañero la teoría de la refraccion de la luz.

Las primeras verdades que el entendimiento alcanza, le vienen de dos fuentes, es á saber de la experiencia, y de lo que llamamos razon natural. La experiencia nos subministra principios para juzgar de todo lo corporeo y sensible: y la razon natural nos sugiere luces para conocer lo incorporeo é insensible.

Todo se vuelve apetecer y rabiar... Hay aquí dentro un fuego que no le deja a uno sosiego... Pero cuando vienen los años y cesa el calor amante y se queda uno fresco como una lechuga, entonces, ¡en grande, mi queridín!... Mira, si me dijesen ahora: «Feliciano, ¿quieres volverte a los veinte años?» ¡Ca! a otro perro con ese hueso. La gran edad del hombre, los cincuenta años. No lo dudes, Gonzalín.

Si no creyeran le contestó Melchor, no vendrían a traer sus ofrendas y sus preces. Eso... no... replicó Ricardo, como distraídamente. ¿Vamos a ver? ¿A ver qué? A ver qué hacen... cómo se forman... adónde van... No hacen nada; no se forman, porque no vienen regimentados, y van, probablemente, a la basílica, cada uno por su cuenta o en grupos. ¿Van caminando?... ¿Y cómo quieres que vayan?

Su discípulo Condillac no se limitó á esto: segun él, todos los actos de nuestra alma no son mas que sensaciones trasformadas; opina que, en vez de distinguir como Locke dos orígenes de nuestras ideas, el sentido y la reflexion, seria mas exacto no reconocer mas que uno; ya porque la reflexion no es en su principio sino la sensacion misma, ya porque la reflexion es mas bien el canal por donde pasan las ideas que vienen de los sentidos, que el manantial de ellas.

Hoy, por dicha, me lisonjeo yo y me complazco creyendo que la aptitud renace, y esperando que ha de dar frutos no menos sazonados y sabrosos que los que vienen de Francia, de Inglaterra, y hasta de Suecia, Rusia y Polonia, que gustan y saborean con tanto deleite las personas cultas y que nuestros críticos suelen poner tan por las nubes.

Palabra del Dia

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