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Actualizado: 7 de julio de 2025
Pensaba en el ser misterioso que llevaba en sus entrañas, en cuál sería su fortuna al surgir al mundo, en la miseria que rondaba en torno de ellos, amenazándoles con toda clase de privaciones. Isidro sorprendía algunas veces en su mirada una curiosidad molesta, como si le contemplase por primera vez, como si le examinara a una nueva luz, viéndole totalmente cambiado.
Trujéronle allí su asno, y, subiéndole encima, le arroparon con su gabán. Y la compasiva de Maritornes, viéndole tan fatigado, le pareció ser bien socorrelle con un jarro de agua, y así, se le trujo del pozo, por ser más frío. Tomóle Sancho, y llevándole a la boca, se paró a las voces que su amo le daba, diciendo: ¡Hijo Sancho, no bebas agua! ¡Hijo, no la bebas, que te matará! ¿Ves?
Un día, digo, llegó el señor de Kerveloch, conducido por un amigo de mi tío. Viéndole entrar, adiviné que traía intenciones, y supuse también que le gustaría a Blanca, porque tenía todas las cualidades que ella pretende en un marido.
Los médicos del pueblo que fueron llamados por teléfono vinieron prontamente y le hicieron la reducción no sin agudos dolores. El enfermo quedó tranquilo, durmió y amaneció sin fiebre al día siguiente. Escudero, que avisado por telégrafo llegó en el primer tren de la mañana, viéndole en estado satisfactorio quiso llevárselo a Madrid. Reynoso se opuso enérgicamente.
Su suegra, viéndole en camino de hacerse independiente, le acogía con más agrado, pero siempre mostrando reserva, apercibida a romper toda relación en cuanto tuviese la osadía de quedarse sin qué comer. D. Pantaleón comenzó a sentir por él una predilección tan señalada que el muchacho estaba sorprendido.
Luego había sufrido mucho viéndole con ciertas mujeres y la atrevida muchacha tomaba un aire pudibundo al recordar los amoríos de él en el buque . Odiaba a la señora norteamericana, tan estirada y orgullosa, que nunca había contestado a sus saludos; odiaba también a aquella fea mal trajeada que iba con él en los últimos días.
Pensaba en su familia, que vivía allá en la Marina una existencia de continua ansiedad viéndole á bordo de un buque acechado por irresistibles amenazas. Pensaba también en las esposas y las madres de todos los hombres de la tripulación, que sufrían idénticas angustias.
Ni aun viéndole tan abatido cejó Doña Francisca en su tarea de mortificación, y el día de mi llegada oí que le decía: «Bonita la habéis hecho... ¿Qué te parece? ¿Aún no estás satisfecho? Anda, anda a la escuadra. ¿Tenía yo razón o no la tenía? ¡Oh!, si se hiciera caso de mí... ¿Aprenderás ahora? ¿Ves cómo te ha castigado Dios? Mujer, déjame en paz contestaba dolorido mi amo.
Comenzó a pasar las noches en continuo ensueño, viéndole a él, siempre a él, hermoso como un ángel, asombrando a los hombres con su grandeza; siendo lo más extraño que al día siguiente, contemplándolo en su realidad, lo encontraba no como era, sino embellecido con los mismos atractivos de la nocturna visión. ¡También tú! exclamó Maltrana . ¡También tú sueñas!...
Carola, viéndole tan largo rato callado y con la cabeza baja, e imaginando que su silencio y humildad eran implícita confusión y vergüenza por su carencia de recursos, comenzó a afirmarse en la idea de que aquel hombre no tenía un cuarto, y discurrió que pues no le servía ni de pagano ni para capricho, lo mejor era darle pasaporte.
Palabra del Dia
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