Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 9 de junio de 2025
En aquella época aun no había publicado Victor Hugo sus Miserables, y por consiguiente no había yo admirado la hermosa personificación de Monseñor Myriel, que tantas lágrimas de cariño ha hecho derramar después.
Por todas partes no se encuentran mas que cajones de pólvora, de balas y de obuses; la caballería, la infantería y los artilleros vuelven a sus puestos. El mariscal Victor, con doce mil hombres, defiende la carretera de Saverne; pero los puentes de las plazas fuertes están levantados desde las siete de la noche hasta las ocho de la mañana.
En ausencia de Ana y de don Víctor, detrás de la puerta, en los pasillos, donde podía, don Álvaro comenzó el ataque de Petra que se rindió mucho más pronto de lo que él esperaba. Pero había un inconveniente muy grave.
Yo puse cuidado en todo y eché la primera loa en el lugar. Era de una nave, de lo que son todas, que venía destrozada y sin provisión; decía lo de «este es el puerto», llamaba a la gente «senado», pedía perdón de las faltas y silencio, y entréme. Hubo un víctor de rezado, y al fin parecí bien en el teatro.
¡Chin, chin, chin! ¡bom, bom, bom! ¡Sí, amigo mío! ¡Primero seducida que fanatizada!... Puede usted contar con mi firme amistad, don Víctor; para las ocasiones son los hombres.... Ya lo sé, Mesía, ya lo sé... ¡Cierre usted el balcón, porque se me figura que tengo ese bombo maldito dentro de la cabeza! ¡Las diez! ¿Has oído? el reloj del comedor ha dado las diez.... ¿Te parece que subamos?...
Aquel agosto, tan triste para don Víctor, era para el Magistral el tiempo más dichoso de su vida. Cuando oía, desde su despacho, muy temprano, el «Santo Dios, Santo Fuerte», que cantaba como si fueran malagueñas, Teresina, que hacía la limpieza allá fuera, tentaciones sentía de cantar él también. No cantaba, pero se levantaba, salía al pasillo.
Había cedido a los ruegos de D. Álvaro y de D. Víctor sin saber cómo; temiendo que aquello era una cita y una promesa; y sin embargo iba.
La pereza de ser desgraciado, de padecer, unida a la pereza del cuerpo que pedía a gritos colchones y sábanas calientes, entumecían el ánimo de don Víctor que no quería moverse, ni sentir, ni pensar, ni vivir siquiera. La actividad le horrorizaba.... ¡Oh, qué bien si se parase el tiempo!
Para el novicio o recluta de la sabiduría, ¿qué honra más superfina y disparatada que la de ser presentado y bien recibido, por ejemplo, en el año 1873 a que nos referimos, por el sabio Ernesto Renan o por el espiritualista Caro, almibarado filósofo y maestro de filosofía para las damas? ¿Y qué mayor encanto en el mismo año de 1873 que el de hablar con Víctor Hugo o con Flaubert que aún vivían?
y concluyen: A su propia conveniencia dirige amor su fatiga, luego es clara consecuencia que ni con amor se obliga ni con su correspondencia. Y don Víctor le reputaba excelentísimo cómico. No paró hasta que se lo presentaron; y a su casa le hubiera hecho ir si su mujer fuera otra.
Palabra del Dia
Otros Mirando