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No dejo correr mi entusiasmo porque deseo que el lector se emocione por mismo con la sola descripcion. ¿Qué puede decirse de una iglesia que tiene paredes, techo y pavimento, sembrado de preciosos mosáicos en mármol? ¿Qué puede decirse de los ilustres venecianos que comprendieron y ejecutaron obra tan magna?

Con este buen despacho partió Montaner á Negroponte con las galeras Venecianas, donde llegaron con buen tiempo y luego se notificaron las cartas de Tibaldo al justicia mayor de Venecianos.

Voy á esperarla á Venecia, y atravesarémos la Francia para ir á Italia: ¿me acompañará vm.? Con mil amores, respondió Martin; dicen que Venecia solo para los nobles Venecianos es buena, puesto que hacen mucho agasajo á los extrangeros que llevan mucho dinero: yo no le tengo, pero vm. , y le seguiré adonde quiera que fuere.

El viento había calmado; el golfo, más que una mar turbulenta, un terso espejo parecía. Embistió el primero el cuerno derecho de los turcos, a los que resistieron los venecianos.

En Melinda debían venderlos o dejarlos en depósito y tomar en cambio mercancías de Abexin, Arabia y Egipto y aun algunas de Siria, de las islas de la Grecia y de la misma Italia que todavía llegaban hasta allí, importadas en Egipto por los venecianos, a pesar del golpe mortal que a su comercio habían dado los portugueses.

Los astutos venecianos, para arruinar á Génova, ajustaban un tratado en Perpiñán con la marina de Cataluña, y empezaba en el Mediterráneo una de las guerras más crueles de la Historia, guerra de escuadras numerosas y odio implacable, en la que eran pasadas á cuchillo tripulaciones enteras y los capitanes vencidos morían pendientes de una antena de su buque.

Iluminóse la fachada de la imprenta con farolillos venecianos. Las bellas y regocijadas artesanas de Sarrió, cogieron, como siempre, la ocasión por los pelos para bailar habaneras y mazurcas sobre los duros guijarros de la calle.

Una nueva ilusión había venido á agregarse á todas las que pueden realizar los felices de la tierra. ¡Poseer una casa en la Costa Azul!... Y en cincuenta años, todos los caprichos arquitectónicos, todas las fantasías de los ricos que desean asombrar con su ostentosidad, cubrían esta ribera del Mediterráneo de «villas» y palacetes griegos, árabes, persas, venecianos, toscanos y de otros estilos conocidos ó indescifrables.

Vuelto á Negroponte, se partieron luego las galeras, y navegando por las costas de la Morea, llegaron á la Isla de la Sapiencia, donde toparon quatro galeras de Riambau Dasfar, de quien ya tenia lengua Montaner. Los Venecianos sospechosos siempre como gente de República, apartandose con Montaner, le preguntaron si Riambau Dasfar era hombre que les guardaria fe.

Con verdadero asombro se observa que hombre dotado de tan extraordinarias facultades y cuyas obras están llenas de clara enseñanza, no dejase discípulos dignos de su maestría: porque su yerno Juan Bautista del Mazo, que fue diestro en copiarle e imitarle, no pasó de esta habilidad sin llegar a conquistar mayores méritos: su esclavo Juan de Pareja, se aficionó al exclusivo remedo de los venecianos, como atestigua el lienzo de la Conversión de San Mateo; y a Carreño de Miranda que hizo excelentes retratos, le faltaron el dibujo, el aire y el buen gusto de su maestro: y aún quedan por bajo de los citados, Juan de Alfaro, Nicolás de Villacis, Tomás de Aguiar, Juan de la Corte y Burgos Mantilla; nuestra pintura no vuelve a tener un genio por intérprete hasta que nace Goya.