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Actualizado: 19 de noviembre de 2025
Empezamos a entrar en Londres, estamos ya en ella y la máquina no disminuye su velocidad; a nuestros pies, millares de casas, idénticas, rojizas; vemos venir un tren contra nosotros; pasa rugiendo bajo el viaducto, sobre el que corremos. Otro cruza encima de nuestras cabezas, todos con inmensa velocidad.
El modelo llegó ayer en gran velocidad, y también vino un fichú del cual estamos haciendo imitaciones de clase inferior, con puntilla ordinaria. Verán, verán ustedes... Pues el faldón de bautizo, por ejemplo, que estamos arreglando con encaje valenciennes, no se podrá poner menos de quinientos francos. Es verdaderamente encantador. Lo traeré aquí cuando esté acabado para que lo vean ustedes».
Primero quedó suspenso con el pasmo de la sorpresa, luego se dijo con la velocidad del pensamiento que cuanto había en aquel maravilloso recinto y cuanto realzaba la belleza de aquella mujer extraordinaria, había bajo una u otra forma nacido entre sus manos.
Es preciso no olvidar que las ideas comunes de tiempo y velocidad, las examinamos en su region mas trascendental; y que por tanto, no es de admirar que nuestro espíritu al salir de la esfera en que vive por lo comun, se halle con una atmósfera nueva, en que le parezca descubrir cosas contradictorias.
Al día siguiente todos los periódicos hablaron de la muerte casual del pobre Taboada cuando se dirigía á su domicilio. El suceso dió tema para declamaciones contra la barbarie de los automovilistas que marchan á toda velocidad por las calles, matando al pacífico transeúnte.
Una masa enorme de cuerpos humanos se precipitaba por las rocas con velocidad vertiginosa: eran ciento, doscientos, cuatrocientos; porque parecía que no acababan nunca.
En el albor de la vida Es muy hermoso vivir, Porque su senda florida Nos dá la imágen querida Del puerto á que hemos de ir. Pero esas horas benditas Pasan con velocidad, Y envueltas en negras cuitas Nos quedan rosas marchitas Que arrastra la tempestad. Y con su manto de hielo La eternidad nos envuelve, Y en ancho mar de consuelo Se sacia el ardiente anhelo Que la existencia revuelve.
Si Melisa está allí, ven a la Arcada y dímelo, y si no está quédate en ella; ¿oyes? Y Arístides se escapó al trote de sus cortas piernecillas, desplegando toda su velocidad. A pocos pasos del camino estaba la Arcada. Con este nombre era conocido un largo e irregular edificio, conteniendo taberna, salón de billar y restaurant.
En fin, que en cuanto llevase los quince días justos de aguas iba a Andújar a tomar el expreso de Madrid para llegar más pronto. Tuve la suerte de que él se fuese primero, y así lo hice a mi salvo. Cuando el tren arrancó y me vi caminando a gran velocidad hacia el Mediodía, experimenté viva y dulce agitación; sacudió mi cuerpo un estremecimiento deleitoso.
En un instante el Montoya, deslizándose sobre las aguas a favor de la corriente, con una velocidad de 15 ó 16 millas por hora, llegó a nuestro lado, y manteniéndose sobre la máquina, entabló correspondencia. Transbordo imposible. Cargado hasta el tope de bultos de quina. Victoria viene atrás.
Palabra del Dia
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