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Actualizado: 16 de noviembre de 2025


¿Qué pasa? dijo el gitano a quien este insultante exordio había sacado de su éxtasis. ¡Pues bien! ¡tres veces maldito! yo te conjuro en nombre del superior del convento de San Francisco que es mi dueño y el tuyo... El mío, no, fraile. Mi dueño y el tuyo continuó ; te conjuro a desplegar las velas y a tomar el portante.

En el hotel Universo me dieron, para alojarme, ese inmenso dormitorio con esas maravillosas pinturas al fresco, que fue ocupado por Ruskin durante tanto tiempo, y antes que el Ave María resonara a través de las colinas y planicies, me separé de Babbo y encamineme, como turista, a la magnífica iglesia medioeval, cuya obscuridad sólo la atenuaban las velas que ardían en los altares laterales y delante de la imagen de Nuestra Señora.

¡Si llevo gastao, tío Tremontorio, un costao en esos amenículos! He gastao en velas pa los Santos Mártiles, á ver si la quitan el vicio, un sentío..., y como si callara... Ya no qué hacer, tío Tremontorio, si no es matarla, porque es mucho el vicio que tiene. Fegúrese usté que dempués que la di el aguardiente con pólvora, la entró un cólico que creí que reventaba.

Si las velas llevaban los paños dispuestos como ahora, y de qué ancho eran, y si llevaban batideros y sobresanos para prevenir los degüellos de las mismas velas. Cómo iban arboladas las banderas y las insignias.

Los paños, los candeleros, las velas del altar del santo, se encontraban en aquella casa como la ropa y el calzado de la familia, y hasta en las listas de la colada se leía siempre, junto al renglón, por ejemplo, de los calzoncillos de mi tío, otro de los paños de San Juan.

En seguida dio Morsamor sus instrucciones a los jefes y ordenó que ocupase su puesto cada uno. La nueva Argo siguió huyendo, pero con muestras de desesperación y de miedo, sin desplegar más velas, como si pareciese resignada ya a entregarse al enemigo. El corsario, impaciente, lanzó, no obstante, tres disparos de falconete para que la nueva Argo se rindiera.

¡Buena señal! exclamó Van-Stael levantándose apresuradamente . Aprovechemos estos momentos en que tenemos buena brisa del Este para desplegar las velas. Los dos jóvenes, el piloto y el chino treparon por las escalas de cuerda y fueron desplegando las velas.

La armada, entre naves de combate y transporte, alcanzaba la cifra de más de 100 velas, descomponiéndose de esta suerte: Capitán general, Juan Andrea Doria, en la Real. 16 galeras más de su escuadra. General de la escuadra de Nápoles, D. Sancho de Leyva. 7 galeras, 2 de ellas de Stefano di Mare ó Mari.

Otra preguntaba si valía el quinqué de petróleo. A las niñas que debían salir al portal con velas, se les pusieron los pañuelos de Manila llamados de talle, y la que tenía botas nuevas se las calzaba; la que no, salía como estaba, con las alpargatas llenas de agujeros. «No se quiere lujo, sino decencia» repetía Guillermina, que comunicaba su actividad febril a todos los vecinos y vecinas de la casa.

Somos cinco solamente; pero las maniobras de nuestras velas no requieren muchos brazos, y, además, atravesado el estrecho de Torres, nada tendremos que temer, porque sólo en ese brazo de mar, sembrado de bancos coralíferos y de bajíos, hay algún peligro. ¡Quiera Dios que no nos sorprenda alguna tempestad! ¡Mira hacia allá, Horn! ¿No ves las nubes que se elevan a la extremidad del golfo?

Palabra del Dia

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