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Actualizado: 25 de junio de 2025
Encomendó a todos los diablos a Sankarachária, a los demás mahatmas y al Cenobio de la jubilación varonil, y no bien despuntó la próxima aurora se escapó de allí con Tiburcio y los demás de su hueste.
El héroe marchaba hacia ella para estrujarla con varonil apasionamiento, para vencerla, haciéndola suya. Güeñas noches, doña Zol... Me voy, es tarde. Usté querrá descansar. A impulsos de la sorpresa y el despecho, ella también se puso de pie, y sin saber lo que hacía, le tendió la mano... ¡Torpe y sencillo como un héroe!
A los dos lados del camino vieron campamentos y campamentos. Dejaron atrás los parques de municiones; pasaron la tercera línea de tropas; luego la segunda. Miles y miles de hombres se habían instalado en pleno campo, improvisando sus viviendas. Este hormigueo varonil recordaba, con su variedad de uniformes y razas, las grandes invasiones de la Historia.
De este género son: la espléndida plaza de Trafalgar, que contiene la estatua monumental de Nelson, cuya elevacion es de 276 piés, las de Jorge IV, sir Charles James Napier, etc.; la plaza de la Bolsa, donde se levanta la magnífica estatua ecuestre de Wellington; la de Cheapside, en cuyo centro está la figura severa y varonil de Robert Peel, el gran reformador inglés; Hyde-Park, donde se ven la estatua de Aquiles y otra de Wellington; y otros cuantos squares que ostentan estatuas consagradas á hombres mas ó menos históricos.
Era Chichí, que parecía sentir una devoción ardiente. Ya no animaba la casa con su alegría ruidosa y varonil; ya no amenazaba á los enemigos con puñaladas imaginarias. Estaba pálida, triste, con los ojos aureolados de azul. Inclinaba la cabeza como si gravitase al otro lado de su frente un bloque de pensamientos graves, completamente nuevos.
Ella estaría allí en un palco, rodeada de luz, con su tía y sus amigas, tal vez bajo las hambrientas miradas de codicia varonil fijas en las tersas blancuras de su escote. ¡Y él, lejos!, ¡cada vez más lejos!... Al bajar del automóvil encontró desiertos los alrededores de la estación.
Otra ancla cayó al mar con el mismo ruido. ¿Cómo le va a usted, tío? dijo una voz dulce y varonil desde a bordo. Hola, Gonzalito. ¿Llegas bueno, hijo mío? Perfectamente; voy allá ahora mismo. Y se bajó con gran agilidad por un cable al bote. Vamos a esperarle dijo don Rosendo poniéndose a andar. Pero la mano del señor de las Cuevas le sujetó como unas tenazas por el brazo.
En un instante no quedó mujer alguna delante de la casa del capitán. De nuevo saltó el mancebillo de Rivota gritando: «¡Viva Lorío!» Y otra vez le siguió el de Canzana contestando impetuosamente: «¡Viva Entralgo!» Entonces de las filas espesas y amenazadoras de Lorío salió una voz varonil que dijo secamente: «¡Muera!» Fué la señal.
Los jóvenes elegantes mostraron admiración. «¡Muy curioso!» «¡Muy interesante!» Entonces se fijaron en él por primera vez, y alabaron sus ojos profundos, la poderosa pesadez de sus cejas. Alguien hizo el elogio de su fealdad varonil, de sus cabellos ásperos y alborotados, encontrándole cierta semejanza con la cabeza de Beethoven.
Le respetaban porque era el más valiente y el mejor vestido. Algunas mozas de vida airada, atraídas por la varonil belleza del Zapaterín, que ya iba en los diez y ocho años, y por el prestigio de su coleta, disputábanse en ruidosa competencia el honor de cuidar de su garbosa persona.
Palabra del Dia
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