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Actualizado: 27 de junio de 2025


Rodeábase con voluptuosa delicia, como de una atmósfera tibia y perfumada, de la presencia de aquellos Valcárcel que algún día se hubieran tirado de cabeza al río por gozar una sonrisa suya.

Echegaray, el hombre de ciencia, el político, aparece en primer término al frente de la alborotada multitud de los Zapata, los Herranz, los Sanchez de Castro, Gaspar, Calvo y Revilla, Barrera, Valcárcel, Bustillo, Balaciart, etc., etc., etc., trocando el compás por la pluma, y trasformándose de un golpe en el autor dramático más atrevido de su época.

Entre todos los Valcárcel no había habido más hombre trabajador en todo el siglo que el padre de Emma, el abogado, que también había sido, dentro del matrimonio, menos prolífico que sus parientes. Ya se ha dicho que Emma era hija única, y, por tanto, heredera universal del abogado romántico y flautista. Pero los ahorros del aprovechado jurisconsulto llegaron a su hija un tanto mermados.

Ya sabéis, pues, doña Margarita, a qué mal fin llegó, por sus malos pasos, aquel vuestro amante, y desde ahora, si queréis, podéis continuar vuestra historia, que yo no interrumpí sino para deciros lo que del alférez Valcárcel había sido.

La Valcárcel acabó de subir sola, agarrada al pasamanos, y sujetando el vientre, como si temiera parir en la escalera. Se acostó, e hizo venir a D. Basilio. Exigió un reconocimiento, del cual resultó que no había novedad y que el tremendo trance de Lucina llegaría por sus pasos contados, o no contados en aquella ocasión, a su debido tiempo.

Que el hijo se le deshiciera en las entrañas sin culpa de ella. Gaetano había dicho que el viaje podría hacer fracasar el temido parto. La Valcárcel deseaba abortar, sin ningún remordimiento. No era ella; era el traqueo, el vaivén, las leyes de la naturaleza, de que tanto hablaba Bonis. El cual iba aburriendo al cochero con sus precauciones, con sus avisos continuos.

A falta de usted no hubiera vacilado, créame, señor mío, en abocarme, si a mano viene, con la misma doña Emma Valcárcel, heredera universal y única de....

Serafina había ido al coche desde la casa de Emma, porque ésta no podía salir aquella noche; se sentía mal, y se habían despedido en el gabinete de la Valcárcel. Bonis se detuvo en el portal, cuando ya todos estaban arriba. ¡Qué ruido! ¡Qué algazara! ¡Lo de siempre! Ya nadie se acordaba de los que se alejaban carretera arriba; como si tal cosa.

Sus pocos momentos de buen humor relativo los gastaba Emma en cultivar los resabios de sus pretéritas coqueterías; todavía pretendía parecer bien a los parientes a quienes un día desdeñara; un poco de romanticismo puramente fantástico, alambicado, enfermizo, era lo único que, en presencia de los Valcárcel, y sólo entonces, revelaba la existencia de un espíritu dentro de aquella flaca criatura pálida y arrugada: lo demás del tiempo, casi todo el día, parecía un animal rabiando, con el instinto de ir a morder siempre en el mismo sitio, en el ánimo apocado y calmoso del suave cónyuge.

Prendose el señor Gaspar de Valcárcel, dijo doña Guiomar, de una señora, que ni a su amorosa pasión ni a la de nadie podía corresponder honradamente, ni hacer cosa que contra su honra fuese, porque casada estaba con un oidor de aquella real chancillería.

Palabra del Dia

lanterna

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