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Actualizado: 3 de septiembre de 2025
Después de su ruidoso desafío, el esforzado Belinchón supo, aunque otra cosa afirmen algunos cronistas, gozar con modestia de la merecida fama y aureola que inmediatamente le circundaron. Quizá se fijen aquéllos para sustentar la opinión contraria, en haberse descubierto algunas provocaciones del insigne caballero a ciertos sujetos de la villa, no bastante justificadas.
D. Lino deploraba en público «las ideas extraviadas y los sueños» de su hijo, pero en realidad no dejaba de considerarlo como un milagro y como á tal lo sacaba á pasear casi todas las tardes por la villa, ofreciéndolo á la admiración de sus convecinos con la misma unción que el sacerdote al presentar el Santísimo Sacramento á la vista del pueblo.
Si no fuera que se chifla con facilidad... Parece que ahora está enamorado dije yo. ¡Ahí le duele! ¡Pobre Villa! Qué, ¿no le corresponde su novia? ¡Novia! Que Dios haga.
Cuando los últimos Aguilares señores de la villa murieron en Algeciras sin dejar descendencia masculina, el rey D. Alonso XI incorporó el estado de Aguilar á la corona, y á los descendientes por hembra D. Bernardo vizconde de Cabrera y D. Alonso Fernandez Coronel, los contentó con la Puebla de Alcocer y Capilla.
en memoria del regimiento en que él había servido, y quedó abierto al público aquel establecimiento, tan necesario en un pueblo que hasta entonces había tenido que surtirse en la villa, a dos leguas de distancia, de los artículos más indispensables.
Efectivamente, Paco Ruiz siempre era el mismo, esto es, siempre era un joven más chistoso que afable y más desvergonzado que chistoso. Pertenecía á una antigua aunque arruinada familia de Vegalora. Para subvenir á sus muchas necesidades no tenía otras rentas que el tresillo, el golfo y el monte, en cuyos juegos, al decir de la villa, era un asombro de habilidad.
El paseo es bonito, porque lo son sus árboles chaparros; y la vista que se alcanza desde él y el aire salino que le refresca en verano, no tienen precio. Por el extremo de allá baja una senda que conduce al muelle sin tocar en la villa.
¡Ah! ¡eres tú, bufón! dijo el duque contrariado. Soy tu amo contestó el tío Manolillo. ¿Qué quieres? Muy poca cosa: una orden tuya al alcaide de la cárcel de Villa, para que me deje hablar á solas, cuando yo quiera, con el cocinero mayor del rey. ¡Cómo? ¿Montiño está preso? ¿y por qué? Por un homicidio. ¿Pero á quién ha muerto? Al amante de su mujer. ¡Cómo! ¿no lo habías matado tú?
Ferpierre acordó hacer preguntar a Milán, al contador de la casa d'Arda, si los valores encontrados en la villa Cyclamens eran exactamente los que debían existir allí, y al mismo tiempo interrogar a los criados de la villa para descubrir si alguno de ellos podía, en la confusión del primer momento, haber visto a los asesinos tomar las sumas que faltasen.
Luís Coll, Exguardián del Convento de San Francisco, Examinador Sinodal. El P. Diego García, Catedrático de Vísperas del Colegio de Montesión de la Compañía de JESUS. El P. Francisco Garau de la misma Compañía. Añadióse el Doctor Joaquín Mayol, Rector y Comisario del Santo Oficio en la Villa de Andraitx. A Rafael Augustín Pomar, alias Xotento. El Reverendo P. Maestro Dr. Fr.
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