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Actualizado: 31 de mayo de 2025
El ruido de la Fontana resonaba como enjambre lejano: á los gritos se unían las palmadas, y una voz agitada y sonora se elevaba á ratos sobre aquella tempestad de entusiasmo. Lázaro vió en torno suyo á tres pilletes que le contemplaban con burla, y uno de ellos atisbaba una ocasión oportuna para quitarle el sombrero.
Resonaban en toda la sala el ruido de las copas y de los platos, las voces sonoras, que se unían en un conjunto monótono y regular; la atmósfera estaba impregnada de perfumes de mujer y de vapores de vino; hermosas mujeres, muy pintadas, deslizándose entre las mesas, sonreían al doctor; todo estaba inundado de una luz eléctrica deslumbradora.
La multitud se arremolinó, movida por el regocijo, y exclamaciones de alegre curiosidad salieron de muchas bocas. Desfilaba la parte grotesca de la procesión, conservada por el espíritu tradicional como recuerdo de las épocas más religiosas de nuestra historia, que unían siempre el regocijo a la devoción.
Entre los árboles y en cuanto alcanzaba la vista, tupidos arbustos, amarilleando algunos al soplo del otoño. Al perfume de las flores se unían las gratas emanaciones resinosas de los pinares y sólo el rumor de claros arroyuelos interrumpía de cuando en cuando el murmullo de la brisa entre las ramas y el canto de los pájaros. Pero aquella soledad y quietud de los campos eran sólo aparentes.
Pocos ejemplos ofrecen los anales de las naciones de una carniceria tan espantosa. No solo se atormentó, y sacrificó á Tupac-Amaru, su muger, su hijo, sus hermanos, tios, cuñados, y confidentes, sino que se proscribió en masa á todo su parentezco, por mas remotos que fuesen los grados de consanguineidad que los unian.
Algunas extremaban sus declaraciones, atribuyendo al muchacho diez y seis años... quince. Y á este coro de femeniles vociferaciones se unían los gemidos de los pequeños, que contemplaban á su hermano con los ojos agrandados por el terror. El comandante examinó al prisionero mientras escuchaba al suboficial.
Se dice que los antiguos godos tenían la costumbre de resolver sus asuntos dos veces, una borrachos y otra serenos. De esta manera unían en sus decisiones el atrevimiento y la prudencia. Martín sintió no haber seguido esta prudente táctica goda, pero se calló y dió a entender que se encontraba en uno de los momentos regocijados de su vida. ¿Qué? ¿vamos a ir? preguntó Bautista. Probaremos.
Había discretos cuchicheos, familiaridades de café indicadas por un movimiento o un codazo, risas instantáneamente reprimidas, aires de inteligencia, puntas de puros arrojadas al suelo con marcialidad, brazos que se unían como en confidencia tácita.
Chasqueado por aquella parte, Tablas se obstinó más y más en apretar los lazos que le unían a las sociedades secretas y al conventículo formado por Aviraneta, Rufete y comparsa.
Y todos unían su voz al coro de alabanzas envidiosas, considerando como hecho indiscutible que Rafael era el amante de la artista, mientras este sonreía con amargura recordando sus explicaciones con Leonora. Ya no la veía. Estaba en el otro extremo del mercado, oculta por el oleaje de cabezas. De vez en cuando distinguía por un instante su casco de oro por encima de las demás mujeres.
Palabra del Dia
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