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Actualizado: 23 de junio de 2025
Suéltese usted, y cuando salude a las visitas, hágalo con serenidad y sin atropellarse». Estas cosas ponían a Fortunata de mal humor, y su encogimiento crecía. Consideraba que cuando estuviera en su casa, se emanciparía de aquella tutela enojosa, sin chocar, por supuesto, porque además doña Lupe le parecía mujer de gran utilidad, que sabía mucho y aconsejaba algunas cosas muy puestas en razón.
Su placer y su orgullo habían sido pensar, creer, proceder como el ser amado pensaba, creía y procedía. Lo único que le importaba, sobre todas las cosas, era su aprobación. Su pensamiento había sido su guardia y su tutela.
Es la única ciudad del mundo en que he visto esa vigilante tutela de la autoridad sobre los débiles y los enfermos. ¿Quién no recuerda las angustias de las madres, teniendo a sus hijos convulsivamente de la mano y tratando de salvar estos torrentes de Oxford-Street, de la City, de los bulevares, de la plaza de la Opera o de la avenida de los Campos Elíseos?
La soledad de aquella huérfana que vivía en compañía de un viejo excéntrico, la tristeza y necesidad de desahogo que en ella había notado, eran causas bastantes para estimular un espíritu menos impresionable y caballeresco. Su intento, su gran aspiración, era descifrar el misterio de aquella casa, y después salvar la encantadora y desdichada muchacha de la odiosa tutela de su guardián.
Sólo así y no por violencia, miedo o tutela constante, tendrá verdadero mérito que resplandezcan en ellas la entereza y la persistencia con que mantienen su inmaculada virtud, defendiéndola de todos los ataques y asechanzas de los galanes seductores.
Después de nuestro viaje a Trembles, y sobre todo desde nuestro regreso a París, había adoptado el temperamento de dejarme proceder sin tutela fuera la que quisiera su opinión respecto de mi conducta. Eran ya las tres o las cuatro de la madrugada. Estábamos como olvidados en un saloncito en donde algunos jugadores obstinados se retardaban todavía.
La salud de los vecinos de la buena ciudad de Boston, por lo menos en lo que se refiere á la medicina, había estado hasta entonces confiada á la tutela de un anciano diácono y farmacéutico, cuya piedad y rectitud eran testimonios más convincentes en favor suyo, que los que podría haber presentado bajo la forma de un diploma en regla.
Bajo la tutela de D. Paco, en quien tiene confianza sin límites la señora, dejolas esta salir, después de vestirlas a lo monjil en tales modos, que parece van pidiendo para la <i>Archicofradía de los Clavos y Sagradas Espinas de Hermanas Siervitas con voto de pobreza</i>.
Asistió a grandes comilonas, con detrimento de su estómago, bebió champagne, fumó cigarros y rompió botellas. En aquellas reuniones la dignidad quedaba en el guardarropa. No obstante, los recién llegados de provincias, los extranjeros perdidos en París o los hijos de familia escapados de la tutela paternal, admiraban los nobles modales y la apostura aristocrática de aquel gentilhombre averiado.
Sin embargo, y a pesar de sus prédicas, los gastos de representación del señor de Grèbe tomaron tal vuelo en los últimos tiempos, que su tío le prometió no sólo desheredarlo, sino lo que es más, ponerlo en tutela a menos de entrar en mejor vía, y por esta razón decidió contraer matrimonio con Mariana de La Treillade, a quien por otra parte proponíase espantar en manera extraordinaria.
Palabra del Dia
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