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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Responde; no te turbes ni dudes en nada: di lo que pasó a estos señores, porque se vea y considere ser del provecho que digo haber caballeros andantes por los caminos. -Todo lo que vuestra merced ha dicho es mucha verdad -respondió el muchacho-, pero el fin del negocio sucedió muy al revés de lo que vuestra merced se imagina.
Y cuando en noche obscura se envuelva el cementerio y sólo, sólo muertos queden velando allí, no turbes su reposo, no turbes el misterio: tal vez acordes oigas de cítara o salterio: soy yo, querida patria; yo que te canto a tí.
Encargóse Sancho de hacerlo así como se le mandaba, y de traerle tan buena respuesta como le trujo la vez primera. -Anda, hijo -replicó don Quijote-, y no te turbes cuando te vieres ante la luz del sol de hermosura que vas a buscar. ¡Dichoso tú sobre todos los escuderos del mundo!
Respóndeme a esto, y no te turbes, ni pienses mucho lo que has de responder, pues no son dificultades las que te pregunto.
Roberto se había quedado inmóvil, abrazado a las columnas de la cama; su pecho jadeaba; su rostro parecía petrificado por un dolor sombrío, sin lágrimas. El doctor frotó su ruda barba gris contra el hombro del joven y gruñó con ese tono de consuelo áspero que, mejor que cualquier otro, llega al corazón de los hombres enérgicos: Ven, hijo mío. No hagas locuras; ¡no turbes su reposo!
Háblala del cielo cuanto quieras; pero no te obstines en preparar su ánimo a combatir pecados que no conoce, porque no es cuerdo aplicar remedio donde no hay enfermedad: y, sobre todo, por lo que más quieras en el mundo, no turbes la paz de la casa; no vayas a hacer aquí, en pequeño, el papel de esos curas extraviados que andan moviendo guerra en el campo.
Y cuando en noche oscura se envuelva el cementerio Y solos sólo muertos queden velando allí, No turbes su reposo, no turbes el misterio Tal vez acordes oigas de citara ó salterio, Soy yo, querida Patria, yo que te canto á ti.
No te turbes, amigo, sino procura hallarte presente a este sacrificio, el cual si no pudiere ser estorbado de mis razones, una daga llevo escondida que podrá estorbar más determinadas fuerzas, dando fin a mi vida y principio a que conozcas la voluntad que te he tenido y tengo''. Yo le respondí turbado y apriesa, temeroso no me faltase lugar para responderla: ''Hagan, señora, tus obras verdaderas tus palabras; que si tú llevas daga para acreditarte, aquí llevo yo espada para defenderte con ella o para matarme si la suerte nos fuere contraria''. No creo que pudo oír todas estas razones, porque sentí que la llamaban apriesa, porque el desposado aguardaba.
Palabra del Dia
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