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Actualizado: 22 de mayo de 2025
La simiente extranjera produjo en poco tiempo una inmensa selva: la selva de la Inquisición y del fanatismo, que aún subsiste. Cortan y cortan los leñadores modernos, pero son pocos y caen fatigados; los brazos de un hombre pueden poco ante troncos de cuatro siglos. El fuego, únicamente el fuego podrá acabar con esa vegetación maldita. Don Antolín abría los ojos con asombro.
Á veces parece gozar desafiando á la muerte. Verdad que lleva consigo á Pedro el mayordomo, que conoce todos aquellos parajes al dedillo y anda por ellos lo mismo que por una sala. Le he visto hoy coger á la condesa como si fuese una muñeca y atravesar de dos brincos un puente hecho de troncos podridos.
Su acento era gracioso y picaresco; su voz escasa, pero argentina, juvenil, y no viciada por los esfuerzos ni la mala enseñanza. No era voz potente ni de gran extensión, pero sí dulcísima, alegre y fresca, como debieron de ser las de aquellas ninfas que en la antigüedad jugueteaban llamando a su compañera Eco, corriendo y ocultándose tras los troncos de los bosques sagrados.
ELECTRA. En las Ursulinas tenía yo una muñeca preciosa a quien llamaba también Lulú; y mire usted que misterio, tía: siempre que andaba yo por la huerta, al caer la tarde, solita, con mi muñeca en brazos, tan melancólica yo como ella, mirando mucho al cielo, era segura, infalible, la visión de mi madre... primero entre los árboles, como figura que formaban los grupitos de hojas; después... dibujándose con claridad y avanzando hacia mí por entre los troncos obscuros...
Llenos de gratitud, han divinizado el bosque protector. ¡Desgraciado de quien toque con el hacha uno de sus troncos salvadores! «Quien mata al árbol sagrado, mata al montañés», dice uno de sus proverbios. Y sin embargo, matadores de estos ha habido, y no pocos.
El carro se salía del camino, atravesaba el ruinoso puente de troncos y tierra que daba acceso á las tierras malditas, y se metía por los campos del tío Barret, aplastando con sus ruedas la maleza respetada.
La primera piragua estaba ya muy cerca y seguía ganando terreno, impulsada por veinte remeros vigorosos. Se la distinguía ya muy bien a simple vista. Aunque construída por salvajes, era una excelente embarcación. Consistía en dos canoas apareadas, de unos treinta y cinco pies de eslora, construídas de sendos troncos de árbol ahuecados.
Un arroyuelo cristalino corría cerca murmurando. Crecían en su margen blancas y moradas violetas, y otras no cultivadas florecillas, que embalsamaban el aire con suave y grata fragancia. Floridos rosales de enredadera y otras plantas, que se ceñían a los troncos, y pasaban de un árbol a otro, como festones y guirnaldas, formaban allí misteriosa espesura y apartado recinto.
Bajo esa bóveda, junto al borde del agua, conocía desde mi infancia más de un escondrijo, donde me pasaba las horas enteras, leyendo o soñando, mientras mi caballo, un poco más arriba, pacía tranquilamente en el bosque. Y como esta vez íbamos lentamente, por entre los troncos de árbol, se me ocurrió hacerle conocer uno de mis retiros. Quiero bajar le grité, ven a ayudarme a echar pie a tierra.
En los abruptos declives no se ahondarán repentinamente profundos barrancos, y las praderas del valle no desaparecerán bajo los amontonamientos de piedras y troncos arrastrados desde las laderas.
Palabra del Dia
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