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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Mi querida abuela cuidó de mi infancia y, a pesar de su tristeza y de su dolor, de ella me vinieron todas las alegrías y todas las felicidades de niña. Mi vida entera cabe en esta palabra: la abuela.

El recuerdo de aquellos momentos de gran ansiedad lo hizo ponerse en pie: se volvió en dirección al lago, echó a andar, extendiendo el brazo como en busca de un sostén, cual si estuviera ebrio. La dulzura del recuerdo lo embriagaba, , lo substraía a la tristeza presente. Pero la ensangrentada imagen reapareció y el corazón se le oprimió de nuevo.

Cesó de pensar en el suicida para ocuparse únicamente de su amigo. «¡Pobre Federico! ¿Qué va á ser de él?...» Y tomó inmediatamente un automóvil para que le llevase á la avenida Henri Martin. El ayuda de cámara de Torrebianca le recibió con un rostro de fúnebre tristeza, como si hubiese muerto alguien en la casa.

Su rostro se contrajo con tristeza dolorosa, más que por la herida, por la amargura de un sacrificio sin gloria, por perder su sangre, no en la montaña frente á frente con el eterno enemigo, sino á la puerta de una iglesia, á manos tal vez de un sacristán, de uno de aquellos efebos católicos que, ocultos en las alturas, gritaban como mujeres aclamando á la religión y la Virgen.

Joaquín y Obdulia sabían que todo el mundo era patria: «¡pero como allíEdelmira y Paco suspiraban también por sus escondites de la quinta, que iban a dejar muy pronto.... Antes del último arranque de locura, de las últimas carreras por el bosque y de la última alegría hubo un cuarto de hora de melancolía... de cansancio mezclado de tristeza. La tarde iba a ser corta y la última.

Cuando usted me habló de ella, cuando me dijo usted cuáles eran las preciosas y raras dotes de su persona y de su corazón, comprendí que en ella se encarnaba la aspiración de mi juventud, que esa era la hermana que jamás he podido consolarme de no encontrar a mi lado en las horas de alegría como en las de tristeza.

Todo el mundo la miraba con sorpresa, sin adivinar su propósito. Los mechones del pelo lacio se le habían pegado, con las lágrimas, sobre las sienes; la tristeza y la indignación se pintaban juntas en su semblante enrojecido. Pudo al fin hablar. ¿Y , con esta tranquilidad, vas a casarte? Adriana comprendió al punto su intención.

Y se dirigió, con el frasco en la mano, hacia M. L'Ambert, que se había sentado al pie de un árbol y sangraba con tristeza. Caballero le dijo entre profundas reverencias, podéis creerme que lamento sinceramente el no haber tenido el honor de conoceros con ocasión de un acontecimiento menos desagradable que este.

Estaban cerca de la puerta, cuando Aresti se detuvo para protestar de nuevo contra su tierra. Además, me indignaba la tristeza de este país. Cuando Bilbao era una villa comercial y de obscura vida, tengo la certeza de que la gente se divertía mejor. Ahora, con la riqueza, es un convento. En el mundo todos se alegran cuando la fortuna les entra por las puertas.

De regreso a Madrid en el coche, llevaba fresca en su mente la imagen de la que ya no era nada. «Esta imagen dijo a su amigo , vivirá en algún tiempo; pero se irá borrando, borrando, hasta que enteramente desaparezca. Esta presunción de un olvido posible, aun suponiéndolo lejano, me da más tristeza que lo que acabo de ver... Pero tiene que haber olvido, como tiene que haber muerte.

Palabra del Dia

bagani

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