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Se depositaban á puñados los billetes de Banco, como si fuesen retazos de papel sin ningún valor; unos por los perros, otros por los hombres, mientras arriba, en las canteras, estallaban los barrenos y el rebaño miserable de los peones se encorvaba, con el pico en alto, ante las rojas trincheras. Las sopas de leche se servían en cubos continuó Aresti.

Continuó la embestida y, ya estaban los más delanteros a corta distancia del reducto, cuando la línea terrosa que señalaba las trincheras altas desapareció de pronto tras una nube estrecha y larga, sonando el estruendoso fragor de una descarga formidable. Más de veinte hombres quedaron tendidos en las breñas: los demás, volviendo las espaldas, corrieron precipitadamente a la hondonada.

Es la última carta de su hijo, enviada desde las trincheras. Conozco igualmente la historia del muerto: un mozo esbelto, de rubio bigote y finos ademanes, que atraía las miradas de las viajeras solas, haciéndolas reconocer la injusticia de la suerte, que reparte sus bienes sobre la tierra con escandalosa desigualdad.

En todos los países hay seres groseros, incapaces de comprender lo que va mas allá de los egoísmos materiales. Su historia militar estaba circunscrita á la guerra de trincheras, interminable y monótona, á los ataques á corta distancia.

Una lluvia de proyectiles caía incesantemente sobre ellos. Había que vivir debajo de la tierra como topos, y aun así, les alcanzaba el estallido de los grandes obuses. En esta lengua de tierra frente á Troya, por la que se había deslizado la historia remota de la humanidad, las palas, al abrir las trincheras, tropezaban con los más raros hallazgos.

Poco después llegaron más refuerzos americanos y otra vez el almirante Dewey, por medio de su Secretario interesó más trincheras para su ejército, alegando que eran ya cortas las que antes les había dado, concediéndoseles entonces su continuación hasta cerca de Pasay.

Los ojos lacrimosos de su hermana se elevaban al mismo tiempo que los suyos hacia el cadáver crucificado. «¡Señor, salva á mi hijo!...» Doña Luisa, al decir esto, veía á Julio tal como se lo había mostrado su esposo en una fotografía pálida recibida de las trincheras, con kepis y capote, las piernas oprimidas por unas bandas de paño, un fusil en la diestra y el rostro ensombrecido por una barba naciente. «¡Señor, protégenos!...» Y doña Elena contemplaba á su vez un grupo de oficiales con casco y uniforme verde reseda partido por las manchas de cuero del revólver, los gemelos, el portamapas y el cinturón, del que pendía el sable.

Por fin, al cabo de una hora, comenzaron a notarse en la falda de Monte-Dalarza puntos negros e inquietos que semejaban hormiguero turbado: eran voluntarios carlistas que, viendo destruidas las trincheras bajas, subían apresuradamente a refugiarse en las altas.

El turco Piali desembarcó su gente; ordenó á Dragut le acudiera con la de Trípoli y con artillería de batir, y antes de abrir trincheras ofreció por el fuerte buenos partidos á D. Álvaro de Sande, que contestó no pensara haberlo á tan poca costa como la armada . Entonces comenzaron las operaciones de uno de los sitios más dignos de memoria por las circunstancias que más que de los enemigos afligían á tanta gente inútil acogida en el fuerte, á consecuencia de los sucesos de la armada, por falta de agua que darles, y por el plan certero de Piali de cerrar todo acceso y dejar al tiempo el resultado, sin asaltos ni aproches.

Nos enseñabas a atajar las balas, y a conseguir el triunfo en las derrotas, al corazón cobarde diste alas, llenando las trincheras de patriotas. Luchando te mató bala asesina, y, al caer, no lograron los tiranos, arrancarte la enseña filipina de las sangrientas y crispadas manos.